Título: Pullas entre pastores |
–Pastor, cuando mea la oveja ¿te da el olor?
–¿Y el cabrón que lo pregunta tiene pelos en la punta?
–¿Y el cabrón de tu abuelo tiene pelos en los huevos?
Viejos dardos poéticos que se lanzaban los pastores, con más trascendencia filológica de lo que aparentan a primera vista.
Desde la antigüedad grecorromana ha sido muy del uso pastoril rivalizar con diálogos envenenados, véase la obra recopilatoria Poesía Latina Pastoril, de Caza y Pesca, Ed. Gredos, Biblioteca Clásica, Madrid, 1984.
La temática pastoril abundó en las novelas de los siglos XVI y XVII. En ellas, además de presentar una imagen bucólica de la vida del pastor -bastante alejada de sus penurias-, se deja transmitir alguna costumbre como lo fue el “lanzarse las pullas”.
En tiempos de Felipe II no solo los pastores en el monte echaban las pullas, también los estudiantes en las ciudades, costumbre que prohibió en la Real Pragmática de 15 de julio de 1564:
“que ninguna persona sea osada a decir ni cantar de noche ni de día por las calles, ni plazas ni caminos, ningunas palabras sucias ni deshonestas, que comúnmente llaman pullas, ni otros cantares que sean sucios ni deshonestos, so pena de cien azotes, y desterrado un año de la ciudad, villa o lugar donde fuere condenado”.
(Antonio Luis Morán Saus, José Manuel García Lagos y Emigdio Cano Gómez, Cancionero de estudiantes de la tuna: el cantar estudiantil de la Edad Media al siglo XX, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2003, página 27).
En la pragmática, Felipe II prohíbe primero las pullas y luego los cantares deshonestos. A nuestro amigo Juan Mariano justo después de contarnos las pullas le surgió espontáneo un cantar si no deshonesto sí al menos pícaro o de doble sentido.
Anoche me la casqué
y qué bueno me sabía,
la merienda que sobró
pa almorzar el otro día.
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