Título: Pasodoble con flauta de caña |
El pueblo de Canales ha sido siempre muy musical. A principios del siglo XX hubo una banda de viento muy nombrada, dirigida por el recordado Gándara. Además de estos músicos formales, de solfa y escuela, el canto y el baile surgían espontáneos en todos los vecinos. Uno de los hombres más animados fue Daniel El Teja, músico aficionado que tuvo tres hijos, dos de ellos varones que siguieron los pasos de su padre, Teodoro, el mayor, y Honorio, el joven. La mujer de Daniel también era muy cantarina, así que el gusto por la música latía en toda la familia. Daniel El Teja tocaba la guitarra para amenizar los bailes y su hijo Teodoro enseguida le acompañó. El primer instrumento con el que lo hizo fue una humilde flauta de caña o pito de caña de escoba. Por la sierra no hay cañares, así que para fabricarse flautas de este material, los pastores y músicos aficionados se hacían con el palo de alguna escoba vieja, de caña y traída de La Rioja, que, perforada con precisión, se convertía en un rústico instrumento musical.
Para organizar un baile en la plaza no hacía falta más que una guitarra y un humilde pito de caña. Pero, sobre todo, el arte de sus intérpretes, que hasta para hacer sonar un humilde instrumento hay que tener arte. Los Teja y Tejitas anduvieron mucho en Brieva de Cameros sirviendo a la marquesa de Duro-Felguera. Teodoro se juntó con otro músico aficionado de la localidad, Félix Parra, apodado Muela. Entre los dos, con guitarra y violín, amenizaban cualquier evento de esta localidad serrana.
Teodoro Velasco tenía un oído extraordinario para la música, así que cuando se fue a cumplir el servicio militar a Barcelona ingresó en la banda y allí comenzó una carrera que le acompañó toda su vida, pues fue músico profesional en la capital catalana.
Cumplidos los ochenta años acudí a su casa de Barcelona a preguntarle por sus años mozos de músico popular, recuerdos que tenía ya un tanto lejanos. Con cierto esfuerzo quiso recordar las viejas canciones que tocaba con su padre -éste a la guitarra y él con la flauta de caña- y con una que le llevé se animó a volver a tocar aquellas viejas canciones. Una de las primeras fue un pasodoble. El hombre se quedó solo en casa, cogió un radiocasete y grabó los rasgueos de la guitarra. Puso la cinta en otro aparato y mientras sonaba la guitarra, tocaba la flauta y grababa el resultado en otra cinta distinta puesta en el primer radiocasete. El resultado de esta grabación casera no es una maravilla técnica pero ahí quedó el testimonio de uno de aquellos primeros pasodobles que se empezaron a tocar a comienzos del siglo XX, cuando la moral de la sociedad se relajó un poco y se comenzó a permitir el baile agarrao incluso en las plazas de los pueblos de la sierra.