Título: Oración al toque de Santos |
A las doce del mediodía se tocaba a ángelus y tenía lugar la misa mayor. Durante ésta el sacristán de la iglesia de la parroquia de San Adrián y Santa Natalia de Autol, don Adjutorio Hernández, subía a la torre para tocar un soniquete especial cuando el sacerdote entonaba el Santos. El fin no era otro que toda aquella persona que estuviera trabajando en ese momento, labradores y pastores en el campo, mujeres en el hogar, obreros en la industria, oyeran el toque y reconocieran uno de los momentos sublimes de la celebración.
Con el toque de la campana hombres y mujeres hacían un receso en sus labores y procedían a acompañar el toque con esta oración:
Os damos gracias, Señor, porque nos habéis asistido con vuestras luces. Os suplicamos que continuéis las cosas que hemos aprendido nos sirvan para nuestro bien espiritual y temporal, te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor, amén.
«El tío Adjutorio –pronunciado así con cariño–, que se nos marchó hace bien poco de edad avanzadísima [Programa de fiestas del año 1972], fue durante casi un siglo, es y será para quienes lo conocimos, toda una institución, un auténtico patriarca, un valor indiscutible e indiscutido de la música a todos los niveles, cultos y populares. Organista de la parroquia, director de la banda municipal, campanero consumado, artista nato, embrujaba todo instrumento sobre el que ponía su mano. Oh, el arte de las campanas, sí, ese arte brujo que los modernos ya ni siquiera somos capaces de discernir. El tío Adjutorio fue uno de esos artistas privilegiados que ya quizá no volvamos a ver. Artista en la torre, artista en el coro, artista en la tribuna de la plaza. Fue hombre bueno, desinteresado, cristiano viejo, artista cabal. Autol lo reconoció dedicándole, muy justamente, la ronda de la Iglesia parroquial, allí en lo alto del cerro. Siempre que por allí paso me detengo ante su placa, medito un instante y bendigo a Dios. Le bendigo en la memoria del tío Adjutorio, que supo poner arte, vida y corazón durante tres tercios de siglo en las campanas, en el órgano y en la banda de Autol. ¡Bendita sea su memoria!»
(Felipe Abad León, La ruta del Cidacos, Ed. Ochoa, Logroño, 1978, página 512)