Título: Las cinco llagas V + Por las almenas del cielo II + Los oficios de Cristo |
Jueves Santo y Viernes Santo, día de larga pasión,
onde lo crucificaron a aquel divino Señor.
Mucha sangre se derrama por la calle la amargura,
la ha derramado un mancebo que Jesucristo se llama.
Por allí pasó su madre se la quería limpiar.
–Madre mía, no me limpies que me hará usted mucho mal,
éstas son las cinco llagas que tenemos que pasar,
por todos vivos y muertos y toda la cristiandad–.
Por el camino del cielo se pasea una doncella
blanca, rubia y colorada los ángeles van con ella
y le preguntó San Juan: –¿Qué doncellita es aquella?
–Nuestra madre, evangelista, nuestra madre evangeliada–.
Al Hijo de Dios eterno le han echado tres oficios,
el primero es el del cielo donde van los cuerpos santos,
el segundo el de la iglesia donde dicen los pecados,
el último el del infierno donde van los condenados.
El que esta oración dijere todos los viernes del año
sacará un alma de pena y la suya de pecado.
El que la sabe no la dice, el que la oye no la aprende,
llegará el día del Juicio verá lo que le sucede.
La Rioja ha sido un lugar privilegiado para la recogida de romances religiosos. Este que nos recita Crucita es una verdadera maravilla que condensa antigüedad, belleza poética, expresividad y fervor religioso. Además, estos versos sobre la pasión de Cristo esconden romances profanos más antiguos que plumas doctas del Siglo de Oro los volvieron a lo divino. Se trata de contrafactas de viejos romances patrimoniales hispanos: Por el rastro de la sangre que Durandarte dejaba; Las almenas de Toro y Paris y Elena.
Calahorra, pese a estar ubicada en una zona de mucho tránsito, abierta a los cambios de la modernidad y haber acogido a gentes de todas partes, ha conservado una tradición oral muy potente, a veces con rasgos arcaizantes, como es el caso de los romances que sabía Crucita, quien vivió gran parte de su vida en el corazón del Casco Viejo, en la calle del Cabezo, cerca de la iglesia de San Andrés.
La hija de Víctor el Pavo y de la señora Dolores, de quien aprendió la mayoría de los romances, y mujer de Santiago el Coto, tenía la gracia de la mujer calahorrana de antaño, llena de expresividad, incrementada por la presencia de un encuestador a quien conocía desde pequeño -éramos medio vecinos-, y muy amiga de su familia -de mi familia-. Estos detalles del contexto -dialectal, sociológico y de amistad- no pueden desligarse del texto del romance.
Publicado en:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.
- Javier Asensio García, «La tradición oral calahorrana (I). El Romancero» en Kalakorikos, revista de Amigos de la historia de Calahorra, nº 9, 2004.