Título: La Virgen y el ciego XIII |
Camina la Virgen pura de Egipto para Belén
y a la mitad del camino el Niño tenía sed,
los arroyos bajan sucios y las afluentes también
y el Niño no paraba de llorar, que tenía mucha sed.
–Mire, allá arriba en aquel alto, hay un viejo naranjel,
ese le puede calmar al Niño la sed–.
–Por favor, una naranja, una naranja me dé
para calmar al Niño la sed.
–¡Ay, señora, sí, señora!, coja usted las que quisier–.
La Virgen, como era Virgen, no cogía más que tres
y el Niño, como era niño, todas las quería coger.
Y apenas se va la Virgen el ciego comienza a ver.
–¿Quién ha sido esa señora que me ha hecho tal merced?
–Ha sido la Virgen pura que va de Egipto a Belén–.
Antes que esta versión ya hemos publicado alguna otra de este mismo romance más completa y mejor recitada que la actual pero ésta no deja por ello de ser interesante. Ascensión no recuerda bien los primeros versos del romance pero le sale de una manera natural, rápida e intuitiva un fenómeno común en la transmisión oral que es el llamado «relleno por olvido». Ese es el primer paso, el origen de la variabilidad del romancero. Con ello Asunción, a sus noventa años, nos evidencia, además, que conserva una agilidad mental prodigiosa.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.
- Diego Catalán Menéndez Pidal, Arte poética del romancero oral. Parte 2ª, Memoria, invención, artificio, Siglo XXI, Madrid, 1998.