Título: La Loba Parda V |
Estando en mía choza, pintando mía cayada,
las ovejas iban altas y la luna rebajada,
cuando te veo siete lobos que venían por una oscura cañada,
venían echando suertes a ver a cuál le tocaba
y entraba a la majada,
le tocó a una loba vieja, parda, oscura y cana,
que tenía los colmillos como puntas de navajas.
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada,
a la otra vuelta que dio sacó la borrega blanca
que tenía mi amo para el domingo de Pascua,
a tal tiempo llega el amo con dos perros y la perra trujillana
y les dice: –¡Hala, perros, de la perra trujillana!,
traedme esa borrega pura y sana como estaba.
«Los perros marcharon a buscar a la loba con la oveja y cogieron a la loba y les dice la loba:»
Tomad la borrega pura y sana como estaba.
–No, no queremos la borrega,
que queremos tu pelleja para hacer una zamarra–.
La Loba Parda fue un romance que se popularizó en los años de la postguerra gracias a los maestros que enseñaban en las escuelas el libro de don Ramón Menéndez Pidal titulado Flor nueva de romances viejos. Julián lo aprendió así, en la escuela de su pequeña aldea, Lería.
Es muy interesante observar cómo el texto originario se va fragmentando en labios de este informante. Un romance que fue aprendido recitado no se ve tan forzado a mantener la exactitud métrica como uno aprendido con melodía. Lo relevante para el transmisor es dar veracidad a la historia y lo consigue a pesar de que falten hemistiquios, sobren sílabas en algunos y hayan desaparecido versos enteros. Son los primeros mecanismos de tradicionalización de un romance.