Título: La loba parda I |
Aunque la informante no da fe de ello, la tonadilla con la que interpeta el romance es propia de un viejo instrumento músico que tocaban los pastores del pueblo, el rabel. No es difícil imaginarse que estos versos salían de los labios de los últimos rabelistas que hubo en Neila: Jacinto, Baldomero y Pedro Peraíta, mientras tañían las cuerdas de sus respectivos instrumentos haciendo sonar la misma melodía que canta Margarita.
Estando un día cosiendo remendando mi zamarra
vi venir a siete lobos por una larga cañada.
En medio los siete lobos venía una loba baya
me quitaron la cordera de la mi ovejita blanca.
–¡Arriba, perro rabón, arriba, perra guadiana!
si le quitáis la cordera tenéis la cena doblada
y si no se la quitáis os daré con la cayada–.
Siete leguas la corrieron por unas tristes montañas
y otras siete la corrieron por unas tierras aradas
y al cabo las siete leguas la loba ya va cansada
dando vista a un cotorrito dando vista a una cañada.
–Deja, lobo, la cordera que a ti no de debe nada
si te envío mis cachorros te dejarán maltratada.
–Tomad, perros, la cordera sana y buena como estaba.
–No queremos la cordera de tu boca baboseada
que queremos tu pellejo pal pastor pa una zamarra
el rabo para zurrón las patas para cucharas
las orejas pa abanicos para abanicar las damas
y si sobra algún retal pa pringaos pa la criada–.