Título: La doncella guerrera V |
Hoy las hojas echan flores hoy las hojas echan flor,
ha mandado el rey de España manden echar un pregón
tos los condes y marqueses tengan un hijo varón.
El conde que ha oído eso a su mujer maldijo:
–De siete hijos que has tenido ninguno ha sido varón–.
Una idea a la pequeña lo que no hizo la mayor:
–No maldigas a mi madre no la maldigas, no, no
que si no ha tenido hijos porque Dios no se los dio.
–Padre, prepare un caballo que a la guerra me iré yo.
–No vayas, hija, no vayas, que te van a conocer
tienes el pelo muy largo y verán que eres mujer.
–El pelo me lo corto, padre, si no me lo corta usted
con el pelo bien cortado un varón pareceré.
–No vayas, hija, no vayas que te van a conocer
tienes el pecho abultado y dirán que eres mujer.
–Con las correas bien prietas mi pecho se abajará.
–No vayas, hija, no vayas que te van a conocer
das los pasitos muy cortos y verán que eres mujer.
–Saltando ríos y montes mis pasos se alargarán.
–No vayas, hija, no vayas que te llevan a Melilla
–A Melilla yo he de ir aunque allí pierda la vida
antes de marcharme, padre, échame la bendición.
–Te llamarás Olivero hijo del conde mayor–.
Al montar a caballo la espada se le cayó
y al decir maldita seas en el pie se la clavó.
La reina que se ha enterado a palacio lo llevó
y con chinitas y arena el piecito le curó.
Siete años peleando y nadie la conoció
hasta que el hijo del rey de ella se enamoró.
–Vengo loco, vengo madre, vengo loquito de amor
que los ojos de Olivero de mujer natural son.
–Si los ojos de Olivero son de mujer natural
convídala, hijo mío, esta tarde a pasear
si es mujer como tú dices a pasear se negará.
–Te convido, Olivero, esta tarde a pasear.
–Así lo haré, caballero, con mi buena voluntad–.
–Amores me matan, madre, amores me han de matar
que los ojos de Olivero son de mujer natural.
–Si los ojos de Olivero son de mujer natural
convídala, hijo mío, esta tarde a cenar
si es mujer, como tú dices, a lo magro se’hae tirar.
–Te convido, Olivero, esta tarde a cenar
–Así lo haré, caballero, con mi buena voluntad–.
Olivero, como no es tonto, a los huesos se tiró.
–Vengo loco, vengo madre, vengo loquito de amor
que los ojos de Olivero de mujer natural son.
–Si los ojos de Olivero son de mujer natural
convídala, hijo mío, esta noche a acostar
si es mujer como tú dices a acostar se negará.
–Te convido, Olivero, esta noche a acostar.
–Así lo haré, caballero, con mi buena voluntad–.
A eso de media noche el hijo del rey la fue a tocar.
–¿Por qué me vas a tocar si soy varón como tal?
–Vengo loco, vengo madre, vengo loquito de amor
que los ojos de Olivero de mujer natural son.
–Si los ojos de Olivero son de mujer natural
convídala, hijo mío, esta tarde a bañar
si es mujer como tú dices al agua no se’hae tirar.
–Te convido, Olivero, esta tarde a bañar.
–Así lo haré, caballero, con mi buena voluntad–.
Todos se tiran al agua y Olivero echa a llorar
–¿Por qué lloras, Olivero, que no te echas a nadar?
–He recibido noticias que mi padre está muy mal
lo que pido es la licencia para poderme marchar.
–La licencia no te doy mis padres te la darán–.
–Buenos días tenga el rey buenos días, majestad
vengo a pedirle licencia para poderme marchar
que siete años le ha servido esta condesita real
y ahora el hijo del rey con ella se va a casar–.
Magnífica versión de este romance en labios de la mejor romancista que hemos conocido en La Rioja, Ovidia Luezas Lapuente, natural de Villamediana de Iregua.