Título: Jotas con pandereta |
La pandera o pandereta fue un instrumento muy utilizado por las mozas de la comarca de las Siete Villas del Alto Najerilla riojano y los pueblos limítrofes de la provincia de Burgos para organizar ellas mismas el baile dominical.
En ausencia de los músicos semiprofesionales que solo acudían al pueblo en las fiestas mayores; antes, incluso, de que los mozos tuvieran a su alcance instrumentos de cuerda o antes de que llegaran al pueblo alguna modernidad como los organillos de manivela, las animosas mozas serranas se encargaban ellas solas de organizar el baile dominical en el que no faltaba el ritmo de la pandera ni sus voces.
En Neila fueron famosas Guadalupe González Camarero y la tía Benigna. Para tocar una sola pandera normalmente había tres mozas que se turnaban, una de ellas tocaba y las tres juntas cantaban. También se turnaban para el baile porque ellas, como mozas, tenían el mismo derecho que las que no sabían tocar la pandera. Para dejar el instrumento y reclamar un sitio en el baile lo hacían con un toque especial y un grito característico:
¡Hala, hala, hala, ole, ole, que ya se ha terminao!
Las hijas de Guadalupe González, de Neila, nos muestran en otro artículo de esta página cómo se bailaban estas jotas:
http://www.riojarchivo.com/jota-de-baile
En Canales de la Sierra eran la tía Gallarita y la señora Rosa las que tocaban la pandereta.
En Viniegra de Abajo las Carlotas y la Pascualina tocaban una pandereta con piel de badana y sonajas. Un nutrido grupo de mozas bailaban a su ritmo.
En Manislla de la Sierra se conserva una pandereta con cintas, sonajas y cascabeles como recuerdo de los tiempos en los que en el pueblo viejo bailaban mozos y mozas a su son.
(Mansilla de la Sierra. La pandera que en otros tiempos animaba las jotas de los domingos hoy descansa como adorno en una casa de la localidad. A comienzos de los años sesenta del siglo pasado las aguerridas mujeres de la falangista Sección Femenina acudieron a Mansilla a aprender una jota tradicional de la localidad, de paso se llevaron dos trajes con la promesa de que los iban a devolver, cosa que nunca hicieron. Hace decenios compusieron una coreografía, totalmente inventada, a la que llamaron La flor de Mansilla, en ella no estaba presente ni la pandereta, ni los trajes que se llevaron, ni la melodía que supuestamente recogieron, ni los pasos de la jota. Ese bodrio, más que flor mansillana, lo siguen ejecutando grupos de danzas que conocen perfectamente la nula tradicionalidad del montaje).
En Viniegra de Arriba fue, igualmente, instrumento de uso común entre las mozas que animaban el baile de los domingos, antes de la llegada de un organillo de manivela comprado por la Sociedad Protectora.
En Brieva de Cameros las mozas vestidas de serrana bailaban La Marusiña con la pandera y tocaban las castañuelas. La mujer del recordado Chalequillo lo hacía primorosamente.
El que las mozas vistieran con el traje de serrana -que no es sino un traje tradicional de gala- a la hora del baile y el corro, no era capricho ni moda pasajera sino uso antiguo que se mantuvo cuando en otros lugares había desaparecido. Salustiano de Olózaga en su obra La mujer de Logroño nos desvela, entre otras cosas de interés, cómo vestían las mujeres riojanas de principios del siglo XIX y, de paso, nos da cuenta de lo extendido que estaban los bailes y corros protagonizados por las mujeres:
«Vestían en mi juventud las labradoras, casi como las navarras y aragonesas de la ribera, unas sayas o zagalejos de bayeta, más o menos burda; las más pobres del color de la lana, y las que podían, de los colores más chillones: encarnado, verde, amarillo, morado o azul. No pasaban más arriba de las caderas, y no sé por qué las llamaban generalmente guardapies, pues los pies y una buena parte de las piernas quedaban muy graciosamente al descubierto. Un justillo, negro por lo común, ajustaba perfectamente el talle, y marcaba muy bien las formas superiores. En los días de fiesta lo cubrían con un pañuelo de color, y en la del Patrón del pueblo o en las grandes solemnidades de la Iglesia, en las bodas y bautizos, ostentaban las más majas un pañuelo de muselina blanca con unos nuditos, no más grandes que confites.
Con este traje, y un ramo de albahaca, o unas hojas que allí llaman de la Virgen, que nacen espontáneamente y son muy olorosas, se presentaban muy ufanas los domingos por la tarde en la plaza o en las calles más anchas, para animar y perfumar el corro.»
(Salustiano de Olózaga, La Mujer de Logroño. La Riojana, Ed. de Ernesto Reiner, 1991, Facsímil de unas páginas de Panorama Español, 1845, página 107).
El baile al son de la pandereta desapareció en el siglo XIX de las ciudades y pueblos que conoció Olózaga. En el XX quedó reducido a los pueblos de la Sierra y Cameros, eclipsándose poco a poco de éstos. Si en otros tiempos gozó de gran presencia en la comarca serrana donde se utilizaba para guiar los pasos de jotas, agudos, pasodobles y valseados, su uso se fue limitando para acompañar los villancicos navideños, donde perdió riqueza interpretativa.
Tocar la pandera para guiar el baile con gracia y salero no era tarea fácil. Las pandereteras desarrollaban una técnica y arte interpretativos aprendidos y depurados de generación en generación, técnica y arte que se han perdido y de los que tan solo queda el recuerdo y, afortunadamente, alguna grabación tan valiosa como ésta del año 1986 que recogieron los periodistas de Radio Nacional de España en Burgos, Gonzalo Pérez Trascasa y Luis González Jiménez, a quienes agradecemos la cesión de este material.
Aquí me pongo a cantar,
no sé si seré durable,
porque tengo mala voz
y no daré gusto a nadie.Anda y dile a tu madre
que vaya y venga
a por agua a la fuente
y no se detenga.
No se detenga, niña,
y no se detenga,
anda y dile a tu madre
que vaya y venga.Cómo quieres que tenga
la cara blanca
si soy carbonerita
de Salamanca.
De Salamanca, niña,
de Salamanca,
cómo quieres
que tenga la cara blanca.Canta compañero, canta,
canta bien y canta fuerte
que la cama de mi novia
está en hondo y no lo siente.Anda y dile a tu madre…
Por más agua que caiga
en aquella piedra
no se volverá blanca
la que es morena.
La que es morena, niña,
la que es morena,
por más agua que caiga
en aquella piedra.La gracia para cantar
ni se compra ni se hereda,
se la da Dios a quien quiere
y a mí me dejó sin ella.Anda, dile a tu madre
que te empapele,
que a los empapelados
nadie los quiere.
Nadie los quiere, niña,
nadie los quiere,
ande dile a tu madre
que te empapele.