Título: Gerineldo y La boda estorbada |
Magnífica versión del romance doble de Gerineldo y La condesita con pasajes tan arcaizantes como el sueño présago del rey: «el rey ha tenido un sueño que de veras le ha salido, o me duermen con la infanta o me roban el castillo…»
Ovidia Luezas, natural de Villamediana de Iregua y casada en Ausejo, es la estrella más resplandenciente del romancero riojano.
–Gerineldo, Gerineldo, Gerineldito pulido
¡quién pudiera una noche dormir tres horas contigo!
–Como soy vuestro criado os queréis burlar conmigo.
–No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.
–¿A qué hora podría ser, señora, lo convenido?
–De las doce a la una mis padres están dormidos–.
Da tres vueltas por el jardín y otras tres por el castillo
se encontró una puerta abierta y por ella se ha metido.
–¿O quién ronda mi palacio o quién es el atrevido?
–Soy Gerineldo, señora, que vengo a lo prometido.
–Perdóname, Gerineldo, no te había conocido.
–¿Quieres comer o beber? –Nada quiero, dueño mío–.
Se metieron en la cama como mujer y marido
el rey ha tenido un sueño que de veras le ha salido.
–O me duermen con la infanta o me roban el castillo–.
Ha salido de su cuarto y al de la hija se ha ido
y allá ha encontrado a los dos como mujer y marido.
–Si matare a Gerineldo que lo crié desde niño
o si matare a la infanta mi reino queda perdido
aquí dejaré mi espada que ella sirva de testigo–.
Con el filo del acero la dama se ha estremecido.
–¡Oh, despierta, Gerineldo, despierta si estás dormido
que la espada de mi padre entre los dos ha dormido!
–¿Por dónde me iré, señora, para no ser conocido?
–Vete por esos jardines cortando rosas y lirios–.
El rey, como cuidadoso, al encuentro le ha salido.
–¿A dónde va Gerineldo tan triste y descolorido?
–El color de la agramanta un aroma me ha comido.
–Mientes, mientes, Gerineldo, tú con mi hija has dormido.
–El castigo que merezca haced lo que queráis conmigo.
–El castigo que mereces ya lo tienes prometido
antes eras mi criado ahora serás yerno mío.
–No lo querrá el rey del cielo ni la Virgen de la Estrella
que mujer que yo gozase jamás me case con ella–.
El rey ha tenido un parte de Francia o de Portugal
y a Gerineldo lo llevan de capitán general.
–¿Pa cuántos años, vizconde, pa cuántos años te vas?
–Para siete, vida mía, para ocho todo más
si a los siete ya no vuelvo tú ya te puedes casar–.
Han pasado siete años caminando a ocho van
y un día estando comiendo le pregunta su papá:
–¿Cómo no te casas, hija, cómo no te casas ya?
–No me quiero casar, padre, ni lo he puesto en voluntad
lo que sí tengo pensado al conde ir a buscar
vestida de romerita nadie me conocerá–.
Vestida de romerita pidiendo limosna va
no es por la falta que le hace ni por la necesidad
debajo de su albarquiña lleva un hermoso caudal
a eso del medio camino a un pastor vino a encontrar.
–Dime, dime, pastorcito, dime, dime, la verdad
¿de quién son estas ovejas que tú sales a pastar?
–Son del buen conde, señora, que se fue y no volvió más.
–Pues si son del buen conde mucho tendrás que contar
si se ha casado o lo ha puesto en voluntad.
–No se ha casadito el conde sí lo ha puesto en voluntad
mañana son las terceras y pronto se casará
ya tiene las carnes muertas y el vino puesto a enfriar.
–Si quisieras, pastorcito, el llevarme hasta allá.
–Yo no puedo ir, señora, las ovejas se me irán.
–Si las ovejas se marchan yo te las salgo a pagar
debajo de mi albarquiña llevo un hermoso caudal
si las ovejas se van yo te las salgo a pagar–.
La cogió de la manita y la llevó hasta el umbral
y como romerita que era una limosna pidió allá
unos le daban a duro otros le daban a rial
se ha echado la mano el conde y tan sólo le da un rial.
–¡Pero qué poco da el conde pa lo que solía dar!
–¿De dónde es la romerita tan desahogada en hablar?
–Soy de las indias del conde que se fue y no volvió más.
–Si eres de las indias del conde mucho traerás que contar
si se ha casado la infanta o lo ha puesto en voluntad.
–No se ha casado la infanta ni lo ha puesto en voluntad
anoche cené con ella y esta mañana almorzar–.
Al oír estas palabras el conde cayó hacia atrás
murmuraban los criados sin tener que murmurar.
–No murmuréis, mis criados, no murmuréis ya más
ésta ha sido mi mujer que me ha venido a buscar–.
Publicado en el libro de Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño. 2008.