Título: Galán que requiebra a una mujer casada |
Una mañana temprano diendo a misa con mi madre
me encontré con una chica que era más bella que un ángel.
Yo le perseguí los pasos por ver dónde caminaban
y vi que se dirigía a la iglesia (d)e Santa Clara.
Mientras que duró la misa yo no estuve atento a nada
sólo estuve contemplando aquella hermosa rapada.
Ya se termina la misa ya se termina el sermón
ya se va la que más quiero la que más adoro yo.
Yo le perseguí los pasos por ver dónde caminaba
y vi que se dirigía y al portal de su casa.
Yo le perseguí los pasos hasta el portal de su casa
y en el quizal de su puerta le dije que si me amaba.
Y me contestó furiosa: –No señor que soy casada
y jamás a mi marido que no me ha faltado en nada–.
Yo me fui desconsolado triste y descolorido
y en la ramita de árbol cantaba un jilguerillo.
–Canta, jilguerillo, canta y no dejes de cantar
si no me das la que yo quiero y no la puedo lograr.
–Si no la puedes lograr, tú, trátala con firmeza
que es mujer y al fin y al cabo quebrantará su dureza–.
Yo la traté con firmeza como el pájaro decía
y al fin pude lograr más que lo que yo quería.
–Clara soy, Clara me llamo siendo clara me enturbié
por eso que nadie diga de este agua no beberé
que por más turbia que baje más turbia será la sed
Clara soy, Clara me llamo siendo clara me enturbié–.
En estos tiempos que corren la memoria colectiva está perdiendo gran parte del bagaje tradicional cantado como ocurre con el romancero y el cancionero. Pero no se trata de esto solamente, también se está perdiendo el gusto por el canto, hoy apenas valoramos el hacerlo mínimamente bien. No ocurría esto años atrás en Cornago, donde muchos hombres y mujeres se apasionaban con el canto polifónico popular.
Publicado en Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2009. Se incluye este romance en uno de los discos que acompaña al libro.
Glosario:
Quizal: Quicio de la puerta.