Título: El pollo viejo |
¿Qué haces ahí, pollo viejo, que no te casas,
que te estás arrugando como las pasas?
Que resaladita, que dame la mano.
Dámela con ternura, lechuguita de mi amor,
y verás la verbena solitaria del amor.
Que salga la dama dama, vestida de marinero,
los pollos en la cazuela son pocos y saben bien,
se les echa canela en rama y un poquito de laurel,
sácalos a la mesa para poderlos comer.
Ese cuerpo, ese talle, ese pulido meneo
y esa cara tan bonita que vale tanto dinero.
En este juego de galanteo los miembros del corro animan a un soltero que está en el centro a que se comprometa y cambie de estado. Un testimonio de la revista El Najerilla del año 1931 nos habla del rubor que sintieron unos jóvenes de Ventrosa de la Sierra al verse soprendidos en el centro del corro:
«Cuando por vez primera sentimos el satírico canto del pollo viejo, el cuarteto de veraneantes, solteros, para mayor abundamiento, nos dejó un poco preocupados; y no hallábamos cómo disipar esa preocupación, hasta que resolvimos ventilar esa cuestión en la mismísima portada de la ermita del Santo Cristo.
»Sostuvimos una larga sesión deliberando para quién irían dirigidas las estrofas del pollo viejo, como si seríamos mocitos de quince años, y, sin embargo, todos los que estábamos allí presentes, habíamos traspasado la raya de nuestra mayoría de edad.
»Allí, con toda la sinceridad del caso, abordábamos tópicos de sumo interés; la mayor parte de las opiniones coincidían en que debiéramos cambiar de estado, es decir, que cada uno debía procurar de tomar el rápido para adueñarse de la pesada cruz del matrimonio, y los menos decían, que se encontraban en cuestión apremiante, pues la condición de carácter de no contar con el valor suficiente para hacer la declaración del caso a su admiradora, por lo que tuvimos que dar algunas lecciones del teje meneje en esos acontecimientos.»
(Colaborador que firma como Villamaría, Revista El Najerilla, Mansilla de la Sierra, diciembre de 1931, nº 151, página 2.)