Título: El Conde Niño XV |
Caminando el conde, madre, la mañana de San Juan
a darle agua a su caballo a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe él le echaba un cantar
y las aves que le oían se paraban a escuchar,
la reina lo estaba oyendo de la cama donde estaba.
–Mira, hija, qué bien canta la sirenita en el mar.
–No es la sirenita, madre, ni tampoco el serenal,
que es el hijo del vizconde que por mí penando está.
–Si lo supiera de cierto lo mandaría matar.
–Si eso lo manda, madre, a mí mándeme enterrar–.
Ponen guardias al palacio y guardias en la ciudad
y los tunos de los guardias cien puñaladas le dan
y otras tantas al caballo y los han tirado al mar.
La reina que se ha enterado a casa su tío va
y le dice: –Tío mío, un favor me va usted a dar,
tengo los amores muertos en las orillas del mar
y quisiera, tío mío, que los mandase enterrar.
–Si eso sólo pides, niña, ya te se concederá–.
Y a eso de la media noche ya los llevan a enterrar,
en la tumba de la niña se vio brotar un rosal
con un letrero que dice la culpa es de mi mamá.
En la tumba del vizconde se vio brotar otro rosal,
con un letrero que dice a los ciegos vista dar.
La reina, que se ha enterado, a curarse allá va.
–Se quisieron dos amantes no los dejaste casar
ahora vienes que te cure tuerta y ciega quedarás–.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.