Riojarchivo

 

Título: El cardo testigo de un asesinato
Clasificación: Cuentos
Localidad: Valdemadera
Informante: Valentín Arnedo Bayo (14-2-1930)
Recopilador: Javier Asensio García
Lugar y fecha de recogida: Valdemadera, 15 de febrero de 2010
Catalogación: Aarne-Thompson-Uter 960A; Camarena-Chevalier 960.

 

Esta narración es el eco lejano de Las grullas de Íbico. Íbico fue un poeta griego del siglo VI AC que, según cuenta la leyenda clásica, antes de ser asesinado por unos ladrones, puso a las grullas por testigo. Dice el Libro de los buenos proverbios:

«Fallé escripto en unos libros de los griegos que un rey fue en Grecia que avié por nombre Comedes, e enbió sus cartas a Anchos, el versificador, que se viniese pora él con sus libros de sapiencia e de sus enxiemplos buenos. Pues Anchos tomó su aver todo e sus libros, e ívase pora él. Y él yendo por la carrera, dieron ladrones salto a él, e con cobdicia de tomarle lo que tenié quisiéronle matar. E rogólos e conjurólos que, por amor de Dios, quel’ tomasen lo que tenié e que nol’ matassen. Y non lo quisieron fazer, sino que porfiaron por matarle de tod’ en todo. Y él todavía teniendo ojo a diestro e a siniestro por veer si vernié alguno quel’ acorriesse, e non vido ninguno venir, e tovo ojo contra el cielo, e vio grúas que volavan, e metióles vozes e dixo: -¡O grúas que volades, ya non e ayuda nin acorro de ninguna parte, e vos quiero que seades testimonios e demandadores de la mi sangre! Los ladrones que’l oyeron dezir estas palabras risiéronse d’él, e dixieron: -Omne de tan mal seso no á pecado ninguno del’ matar. E matáronle, e partieron su aver e sus paños, e después tornáronse a su celada, a aquella do antes estavan. E después que llegó el mandado a su villa cúmmol’ avían muerto, e non sopieron quíl’ mató, e ovieron grant pesar por él, e buscaron quíl’ matara e non pudieron saber quíl’ mató.

E quando fue una gran fiesta que avién los griegos, ayuntóse todo el pueblo de aquella cibdat dont era Anchos en la su iglesia por oír predicación e buenos enxiemplos. E vinieron ý grandes gentes de cada parte. Y en aquel día era su costumbre de leer sus libros de philosophíae de las buenas sapiencias. E en aquel día fueron ý aquellos ladrones que mataran a Anchos en vuelta con aquellos pueblos, e vieron grúas que volavan en el aire, e pararon mientes aquellos ladrones, e risiéronse, e dixieron unos a otros:

-Estos son los testimonios e los demandadores de la sangre de Anchos, el torpe.

E los que ý estavan acerca de ellos oyéronlo, e prisiéronlos, e dixieron al rey esto que les oyeron dezir. E apremiáronlos que dixiessen las verdat, e oviéronlo de manifestar cómo l’avién muerto. E tomáronles todo quanto que avién por el so aver que les tomaran. Y desta manera fueron las grúas demandadores de la sangre de Anchos. Y si ellos bien lo entendiessen, el demandador mayor a ojo lo avié quando ellos fazién la nemiga 80.»

Bibliografía:

María Jesús Lacarra, Libro de los buenos proverbios. Cuento y novela corta en España. I. Edad Media, Crítica editorial,  Barcelona, 1999, páginas 52-53.

Jesús Suárez López, Cuentos medievales en la tradición oral de Asturias, Red de museos etnográficos de Asturias, Gijón, 2008.

José Manuel Pedrosa, “Las grullas de íbicus (AT 960A): de la tradición clásica a la literatura contemporánea”, en Juan Manuel Cacho Blecua y María Jesús Lacarra (eds.), Tipología de las formas narrativas breves románicas medievales (III), Universidad de Zaragoza-Universidad de Granada, 2004, páginas 351-392.