Título: Calaveras en la Noche de Ánimas |
Paradojas de la vida. En muchos pueblos de La Rioja los niños salían la llamada Noche de Ánimas -la que va de Todos Santos, el uno de noviembre, al día dos, Conmemoración de los fieles difuntos-, llevando en sus manos unas calaveras hechas de calabazas, pepinos o remolachas grandes, con una vela dentro. Representaban a las ánimas que, según la tradición, salían del cementerio confusas y desorientadas reclamando los rezos que aún necesitaban para subir a la Gloria.
Gran sinsentido es que hayamos perdido esa costumbre de nuestros pueblos por arcaica y nos llegue la misma costumbre con la modernidad del cine estadounidense y las multinacionales del comercio que nos han invadido de calabazas fabricadas en serie y han vestido a nuestros niños de brujas de pacotilla para pedir por las casas con la consabida pregunta del truco o trato.
La vieja costumbre no llegó a perderse del todo en nuestra tierra, de hecho todavía está presente. Los niños de Cornago, Cervera del río Alhama, Aguilar y Neila siguen saliendo más o menos como lo han venido haciendo siempre y, como vemos, también la familia Maestre Mateo ha mantenido esa costumbre aunque en el pueblo solo ellos la practican. Procuran todos los años guardar un pepino maduro para vaciarlo y hacer una calavera. Lucía nos cuenta que su padre se disfrazaba de ánima con una sábana y salía por la calle con una sartén de azufre ardiendo tenuemente, corta y patética iluminación para la cara de un fantasma en la oscuridad de la noche.
En Cervera los niños siguen sacando las calabazas que les preparan sus abuelos y lo hacen con versos amenazantes:
Calavera, era, era,
el que me la rompa
le tiro con ella.
En Cornago, cantan la siguiente tonadilla:
–Ánimas del Pulgatorio,
¿dónde vais con tanta pena?
–Al corral del tío Coloco
a coger las peras buenas
y las malas a dejarlas.
Práxedes sigue vaciando los pepinos para decorar con calaveras la puerta de su casa todas las noches de ánimas.