Título: Blancaflor y Filomena II |
Por las calles de Madrid se pasea doña Elena
con dos hijas de la mano, Blancaflor y Filomena.
Pasó por allí un galán le pidió la más pequeña
y ella le contestó que ella la mayor le diera.
La ha montado en su caballo la lleva para sus tierras
y a eso de los nueve meses vuelve a casa de su suegra.
–Buenos días, el mi yerno. –Buenos días, la mi suegra.
–¿Qué tal mi hija por allí? –Su hija buena se encuenra
de siete meses preñada sola por aquellas tierras
y ahora vengo a por su hija para que se esté conella–.
–Madre, yo no quiero ir ni aunque me arranquen la lengua.
–¡Oh, quién tuviera una hija de entrañas como una fiera!
Que yo por ver a mi hermana a lejas tierras me fuera–.
Se ha montado en su caballo la lleva para su tierra
y en medio del caminito ya quiso hacer burla de ella.
–Estate quieto, cuñado, o es el diablo que me tienta.
–Yo no soy cuñado tuyo ni es el diablo que te tienta
siete meses van para ocho que tu hermana ya está muerta
yo la maté a puñaladas después de hacer burla de ella
y a ti pa que no lo digas te voy a arrancar la lengua–.
La llevó a un monte cerrado donde cuervos piquen de ella
pasó por allí un pastor de mano de Dios viniera
le pidió tinta y papel. –Tinta no tengo, señora.
–Pues lo haré aunque sea con la sangre de mis venas
………………………………….. Para escribir cuatro letras
a mi padre y a mi madre y a mi madre la primera–.
–De dos hijas que has tenido has dado buen pago de ellas
la una muerta a puñaladas la otra arrancada la lengua–.
Madres las que tengáis hijas no las caséis en lejas tierras
que ese es el pago que dan galanes a las princesas.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.