Título: Un niño llora en casa de una soltera |
–¿Qué traes, amor mío, con tal mala cara
si alguien te ha dicho que yo no te amaba?
–No me han dicho eso ni tampoco nada
yo quiero marcharme a tierras lejanas
y cuando yo vuelva tú serás casada,
tendrás un chiquillo y serás amada?.
El querer del hombre es como una caña,
es largo y estrecho y dentro no hay nada.
El de la una mujer es como una rosa
que en cuanto la tocas ella se deshoja.
Vivo solita en el campo, no tengo padre ni padre,
despreciada de la gente, deshonrada de mi amante
que para mayor dolor me ha dejado este chiquillo,
cada vez que el niño llora se me renueva el cariño.
–No llores, hijo, no llores porque me da mucha pena
porque dirán que un hijo llora en casa de una soltera.
Solterita y desgraciada, eso me ha pasado a mí
que por un amor tirano la felicidad perdí.
Todas las mañanas bajo a la orillita del mar
a preguntar a las olas si han visto a mi amor pasar.
Hoy las olas me contestan: –Ahora acaba de pasar
con un ramito de flores que a ti te viene a entregar?.
?¿Quién habita en esta casa que tantas penitas tiene?
–Habita una solterita y tú la culpa la tienes.
–Vengo a casarme con ella de penita que me da,
de que tiene un hijo mío y no me sabe llamar?.
Ya se casa la soltera, ya no la critica nadie,
ya se casa la soltera y el niño ya dice padre.
Este tipo de canciones sobre madres solteras abandonadas por sus novios tuvieron su apogeo a fines del siglo XIX y comienzos del XIX. La nuestra tiene un final feliz pues el novio que se marcha a tierras lejanas regresa para casarse, así el niño que llora en casa puede llamar al padre por su nombre.