Título: El juego de la calva |
La calva es un juego sencillo que se ha practicado en la sierra riojana y que aún mantienen los pocos habitantes de Santa Marina y El Collado cuando celebran sus fiestas.
Viejo juego que ya conocía Sebastián de Covarrubias en el año 1611 cuando escribió su Tesoro de la lengua castellana:
- «Calva, cierto juego llaman el marro y ponen un chita o hueso del pie del buey, hincado en el suelo, que no se le parece sino la corona, y por estar rasa, a modo de calva, el que da en alquel hito dicen haberle calvado.»
Los actuales jugadores usan, como vemos en el vídeo, una madera en ángulo recto -la calva- que ha de ser derribada con una piedra a la que denominan calvero. Cada jugador es libre de escoger la piedra que quiera del entorno y de guardarse para sí la que más se adapte a su forma de tirar.
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX en Santurdejo la calva era, tal como lo describía Covarrubias, un cuerno, seguramente de vaca o de buey. En un curioso libro escrito por un no menos curioso y heterodoxo personaje de la época se nos cuenta cómo su protagonista tuvo que huir de Santurdejo por la extraña habilidad de derribar varias veces seguidas la calva con la mano izquierda, algo que soliviantó a varios mozos del pueblo y a unos cuantos vizcaínos que lo visitaban, por lo que él y sus compañeros de juego recibieron una injusta paliza:
- «Otro lance muy doloroso me aconteció, aunque no fui solo, en la fiesta de Santurdejo, cerca de Santo Domingo. Seguimos a la multitud doce estudiantes a pasar la tarde, y jugamos a la calva, consistiendo mi desgracia en mi fortuna y el mayor hierro en el mayor acierto; seis doses que di seguidos al cuerno con la mano zurda, juzgándome encantador y raro fenómeno, me depararon una terrible paliza al salir para Santo Domingo: salieron al encuentro ocho danzadores y siete vizcaínos con garrotes, destrozándonos a todos a golpes. Yo fui el peor librado, pues no se oía otra voz que ‘al zurdo, al zurdo’, y correspondiendo las obras con las palabras, hicieron un sacrificio cruento en todo mi cuerpo. Salí, no obstante, con vida de tan deshecha borrasca; y escondiéndome tras de una pared, me lavé y até las heridas de la cabeza con un pañuelo. Los compañeros durmieron en la cárcel, o si no, estuvieron despiertos, hasta que tomándoles la confesión al día siguiente, les dieron por libres, aunque no por sanos.»
(Santiago González Mateo, Inventario de disidencias, suma de calamidades. La vida trágica del Job del siglo XVIII y XIX, Pepitas de Calabaza, Logroño, 2010, página 92.)
En el año 1827 se practivaba el juego de la calva, entre otros, en Valgañón, algo que por lo visto era de uso común en la provincia:
-
«Con sus juegos provinciales
barra, calva, argolla y tejo
probando el mozo y el viejo
tino y fuerzas naturales;
otros juegos más triviales
usan los niños de escuela:
pelota, tuta y rayuela;
para el sexo femenino
los bolos y el naipe fino
son los únicos que anhela.»
(Germán Miguel de los Santos González Untoria, Santa María de Tresfuentes. Aportaciones a la historia de Valgañón, Edición del autor, Logroño, 2003, página 147.)
Bibliografía:
- íñigo Jáuregui Ezquibela «El juego de la calva» en Piedra de rayo: Revista riojana de cultura popular, nº 4, 2001, págs. 46-51.