Título: El guapo Luis Ortiz |
Alcaldes y regidores que la vara habéis tomado
ahí tenéis a Luis Ortiz mozo valiente y gallardo.
Un día estando cenando su padre le está mirando
–¿Qué me miras, padre mío, que tanto me estás mirando?
–¡Qué te tengo decir, hijo, que me pesan ya los años!
Has hecho trenta y tres muertes de todas te voy librando
y ahora me viene la nueva que has herido a venticuatro.
–Padre, si los he herido seña es que me han agraviado–.
–Toma, hijo, cien escudos métete fraile bernardo.
–¿Y qué hago con cien escudos si no tengo pa zapatos?
–Toma, hijo, ciento veinte, de los pocos que han quedado–.
El hijo, que no era tonto, los dineros ha tomado
al pasar por una espadería espada y sable ha comprado
y un puñal barcelonés para llevarle en la mano.
Al subir la calle arriba al bajar la calle abajo
al pasar por una esquina se ha encontrado con un majo
se han tratado de palabras de puñaladas se han dado.
Eso que ha oído su padre ha mandadito echar bando
que el que coja a Luis Ortiz él le dará cien ducados.
Ya le cogen entre dos ya le llevan entre cuatro
y para mayor dolor pasan por casa su hermano.
Su hermano estaba comiendo, ¡qué bocado tan amargo!
El pan le ha echado a los perros la carne le echa a los gatos
dio un puntapié a la mesa la ha tirado siete pasos.
Al bajar las escaleras, una, dos, tres y cuatro
del primer brinco que dio en la calle se ha plantado.
–Abran paso, caballeros, que quiero hablar con mi hermano
dos palabras que tenemos de cuando éramos muchachos.
Toma, hermano, este puñal y defiéndete con garbo
si ahora ya no te defiendes no te tengo por hermano–.
De un sopapo mató a tres de una puñalada a cuatro
de un bofetón al verdugo que en sangre quedó bañado.
A otro día de mañana hacen toros en San Pablo.
–Salga ese torito negro–. No es un toro que es un diablo
de la primera embestida el collete le ha rasgado
de la segunda embestida las tripas lleva en la mano.
Su padre le estaba viendo de una ventana colgado.
–Más quisiera verte, hijo, en una horca ahorcado
que no en las astas de un buey que es morir desesperado.
–Calla, calla, viejastrón, que ya me vas caducando
que me las tengo coser con una lesna y un cabo
y me tengo de casar con una de ventiún años.
Si la vista no me falla desde aquí la estoy mirando
tiene los ojitos negros y los labios colorados.
–Calla, calla, soldadisco, soldadisco de a caballo
que si mi padre lo sabe te darán más de cien palos–.
–Si en esta hora muriese no me entierren en sagrado
me entierren en un prado verde donde no falta el ganado.
Y allí ponen un letrero y allí ponen un relato:
‘Aquí murió Luis Ortiz aquí murió el desdichado
no murió por mal de amores ni por punta de costado
murió en las astas de un toro que es morir desesperado’–.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.