Título: Las señas del esposo III |
Una tarde salí al campo a recoger mis haciendas
me encontré con un soldado que venía de la guerra.
Yo le dije soldadito si venía de la guerra.
–De la guerra vengo, sí, ¿tiene usted alguno en ella?
–Yo tengo a mi maridito que hace siete años en ella.
–Si usted me diera las señas acaso lo conociera.
–Tiene ojitos de galán la carita de doncella
el caballo rubio y blanco la silla es dorada y negra.
–Ese señor ya murió yo le encendí las candelas
yo le abrí la sepoltura y le ayudé a entrar en ella.
–¡Ay, qué penitas tan grandes tan jovencita y doncella!
–Si usted quiere ser casada venga conmigo a mi tierra.
–Yo no quiero ser casada ni en la mía ni en la ajena
para tres hijos que tengo yo les mandaré a la escuela
cuando sean mayorcitos yo les mandaré a la guerra
a que traigan a su padre vivo o muerto o como sea.
–Buenas noches, mi mujer. –Buenas noches sean éstas–.
Los dos se subieron arriba a contarse sus tragedias.