Título: Consolación bendita |
Consolación bendita, dame un abrazo,
dicen las zalameras del barrio abajo,
cuando llueve qué serenita cae la nieve.
Cuando los pájaros verdes se suben a los tejados
y cantan los pajaritos cáscaras, cáscaras de ajo.
El pastor en el campo llueve y se moja
no sea perezoso y haga una choza,
cuando llueve…
Arbolito, arbolito, dame tu sombra
que tengo un sueñecito que me trastorna,
cuando llueve…
El día que nací yo llovió más agua
que bajan los arroyos de La Solana,
cuando llueve…
Los niños de Canales cantan y bailan
y saltan los que pueden la luminaria,
cuando llueve…
Vieja canción de corro de Canales de la Sierra, recordada por los mayores como cantada y bailada «de siempre» en la víspera del día de Consolación, el 22 de agosto. En el año 1928 el corresponsal de la revista El Najerilla vivió de primera mano la celebración de la fiesta y el consecuente corro del «Arbolito». Con cierta melancolía por los tiempos pasados se puso a describir lo que recordaba había vivido en el año 1895:
«Es la hoguera, la tradicional ‘luminaria’ que acaba de encenderse. Ordénase la danza en rededor y fantasmagórico aspecto toma la plaza a los rojizos resplandores del foco. Más afuera, en la carretera que bordea la plaza, mozos y mozas en simpáticas agrupaciones, la faz radiante en la inundación de luz, lanzan a los aires cántigas dulces, sentimentales, suaves desmayos de cadencia, evocadoras del puro ambiente, de la idílica paz de los campos, haciendo olvidar, siquiera sea momentáneamente, la inexorable realidad de la vida
‘Arbolito, arbolito, dame tu sombra…’
»Más de una generación ha oído esos cantos, los mismos sin mudar un ápice que hoy se cantan en la misma noche, en el mismo sitio, a los esplendores de la misma hoguera. Y no sale uno de su arrobamiento en escucharlos sino al sentir en su brazo el suavemente tradicional pellizco que cariñosa mano le imprimiera. Todo es ansia de vivir, afán de expansionarse, que la noche corre a buen paso, y al filo del amanecer, ‘Cuando los pájaros verdes, se suben a los tejados’ habrá que volver a la brega del trabajo en el crítico tiempo de la recolección, que no admite espera, noche de magia, de encanto, de sabrosas meditaciones al claror de la luna.
»Mietras tanto, en la plaza, los cantos no cesan, la danza va en furioso crescendo, la luminaria se consume lentamente, suavemente, cual holocausto que, purificada por las llamas, se ofrenda al cielo.»
(Revista El Najerilla, Mansilla de la Sierra, julio de 1928, nº 110, página 5).