Título: Cuando marzo tuerce el rabo I |
El mes de marzo era muy peligroso para el ganado: el pienso escasea en las cuadras, el poco pasto del invierno ha sido esquilmado y si la primavera no termina de arrancar por los fríos y borrascas de finales de mes la muerte acecha al ganado. De ahí se dice aquello de “Cuando marzo tuerce el rabo no queda oveja con pelleja ni pastor enzamarrado”.
Este refrán va en muchas ocasiones unido a un cuento que se resume en la mínima expresión del siguiente modo: El pastor le promete un cordero al mes de marzo si todos los días le hace bueno. El mes se va portando, al llegar el último día el pastor se niega a entregarle el cordero pensando que por un día no va a ocurrir nada. Marzo, enfadado, termina el mes con fríos, vientos y borrascas y le pide a su compañero abril que continue así durante los primeros días. Los corderos nacidos en el invierno se mueren todos.
Este cuento lo conoce María San Miguel, de Robres del Castillo quien en su explicación se detiene en todos los detalles del peligro que suponen para el ganado los últimos días del invierno y la necesidad que ovejas y cabras tienen de una alimentación adicional. Entretanto su hijo, que estaba al cuidado de las cabras, tiene un problema con una, va a buscarla con los perros y María le da detalles de qué cabra es, con palabras precisas y expresiones que nos traen un buen testimonio dialectal.
“Pues que venía marzo, la primavera, y se moría la cría, que no tenía sangre, y se zurraban todos los borrillos, que entonces se vendían de corderos, y le decían a marzo:
–Guárdame un borro pa marueco.
Porque se les morían todos a los pastores. Diendo yo pastora pa mi padre, ¡cuántas no se han muerto! Mire, las cabras se morirán, pero es distinto ganao. Estaban alcanzaditas, ¿sabes? Pasa como’ahura nosotros, pues s’han criao este’año muchas chotas, y ahora casi corre prisa que hay que darles a esas chotitas un pienso, para que cojan una poca fuerza y valgan salvar el invierno, si no, viene la primavera y hincan toas el pico.
–¡Ven aquí, perrucha, no vayas, ven aquí! ¡Ven, toma!
–¡Cirilo, que se van a echar abajo, hijo! ¡Hala, ves!
–¡Tuba, hey!
–¡Oye, pues una pequeñita, aquí estaba, en las primeras venía! Pero como estabas hablando atrás, como salen tan rabiosas, otros días salen tranquilas [a la pastoría], ¿sabes? Y le puedes decir: ésta es. Pero que no, en las primeras iba, pues ha’i [ha de] parir, es jovencita, no ha parío nunca, y como te digo de la que es hija y de la que es madre y tú como si te diría el padre pues no [sabrás cuál es], van siempre juntas, la madre esa que lleva cencerro grande y la que te parió en Valtrujal el otro día del tetorro, y esa es hija de la del tetorro. ¡Allá te entiendas!»
De encuesta en Robres del Castillo con María San Miguel y su hijo Cirilo.
Publicado en Javier Asensio García, Cuentos riojanos de tradición oral, Piedra de Rayo, Logroño, 2004.