Título: La boda estorbada III |
Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad
donde el conde y la condesa a misa del gallo van.
Tanto hablaban en secreto que a la gente hacen mirar.
–¿Cuándo me dejas, buen conde, cuándo me vas a dejar?
–Siete años te dejo, niña, siete años te he de dejar
si a los siete años no vuelvo, niña, te podrás casar–.
Ya se va pasando el tiempo y el buen conde allá se está.
–écheme la bendición, padre, que yo me voy a marchar.
–¿Donde vas a ir tú, hija, todos te conocerán.
–Vestida de romerita nadie me conocerá.
–La de Dios te caiga, hija, que la mía echada va
veinticinco pajarillos que en tu compañía van
todos van juramentados ninguno te podrá hacer mal–.
Caminando, caminando con ganas de descansar
cuando vio salir caballos caballos a placentar.
–¿De quién son esos caballos que salen a placentar.
–Son unos del conde, niña, y otros son de don Gaspar
son unos del conde, niña, mañana se va a casar.
–¿Haría usté el favor de venírmelo a enseñar.
–Yo no puedo –dijo el mozo– los caballos se me irán.
–Si los caballos se fueran yo me atrevo a pagar
tienen mis padres hacienda para eso y para más–.
–Suba usté esta calle arriba suba usté esta calle real
en el palacio más alto allá podrá usté llamar–.
Subía la romerita y el conde bajaba ya.
–Limosna, buen conde, limosna me puede dar.
–Aguarde usted a mañana mañana se le dará.
–No puedo aguardar a mañana ni tampoco un momento más
que vengo de Lombardía tengo que cruzar la mar.
–Si vienes de Lombardía traerás mucho que contar.
–Que contar no traigo nada nada traigo que contar–.
Sacó una carta del pecho y a don conde se la da
según la estaba leyendo desmayao cayó p’atras.
–Maldita la romerita y el que la envió p’acá.
–No me maldizcan, señores, no me maldizcan ya más
que el mal que el conde tiene yo me lo atrevo a curar
dándole besos y abrazos ya el conde volverá–.
Poco a poco iba volviendo y se la empezó a mirar.
–Esta es mi mujer primera y esta es mi mujer carnal
esta es mi mujer primera con ella me he de casar–.
Pese a que en esta ocasión el romance no es cantado, se nos presenta con variantes muy arcaicas en esta versión de Ledesma de la Cogolla. Una bella «corrupción» se ha acoplado perfectamente al discurso literario del romance: los pajecitos que acompañan a la romera se han convertido por arte de birlibirloque en «pajarillos juramentados», una mágica ayuda y grata compañía para quien sale a buscar a su marido por esos mundos de Dios.
Publicado en:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2009.