Título: Juicio y quema del bandido Turpín |
En La Rioja los juicios y quemas del muñeco que representa a Judas se celebran el día de Pascua de Resurrección pero en San Vicente de la Sonsierra se adelanta a fechas carnavaleras, concretamente al martes de carnaval, aunque en ocasiones también al domingo llamado de piñata. En esta localidad, el juicio y la quema del judas se convertía, por su duración y complejidad escenográfica, en un trabajado acto carnavalesco y, también, en una manifestación de teatro popular.
Los personajes importantes de la escena iban montados a caballo: el judas -un muñeco de paja con careta metido en un buzo-, el juez, el fiscal, los soldados, etcétera. La madre de Judas hacía de lloricona y acompañaba a su hijo sujetando las riendas del caballo.
El judas genérico era cada año en una bandido de leyenda, como Currito de Almería o Luis Candelas. En el año 1935 le tocó en suerte a Dick Turpín, un famoso salteador de caminos inglés de principios del siglo XVIII.
San Vicente de la Sonsierra ha sido pueblo de muchos poetas populares de fácil y rápida versificación. Uno de los más recordados fue Victor Peciña, El obispillo, quien año tras año componía los juicios.
JUICIO ORAL DEL DOMINGO DE PIÑATA DEL AÑO 1935
Décimas de los soldados acusadores:
Mirad qué ficha sería,
que nunca se confesaba,
a la Iglesia siempre odiaba,
y en Dios tampoco creía.
Toda prensa que leía
se la enviaban los rusos,
y libertó a dos mil reclusos
que estaban en un penal.
¡Que pague este criminal
con la vida estos abusos!
Estando este bandolero
en su cueva como un lobo,
éste pensó hacer un robo
donde hubiese más dinero.
Cogiendo su naranjero
le dijo a su personal,
hay que dejar el zarzal,
yéndonos al Banco España
y el que esté pierde la entraña,
robándoles el capital.
En la guerra europea,
a más de dos mil casadas,
¡a todas dejó preñadas
en un pueblo de Judea!
Dice el público que sea
en esta plaza quemado,
porque si a este malvado
se dejara en libertad,
no habría virginidad
en las de más alto grado.
En la Corte de Madrid
se hospedó en un restaurant,
diciendo que era alemán,
hermano de Don Crispín.
Se pasó a Valladolid
diciendo que era ingeniero,
y se empleó de cajero
en el Banco la Nación,
y cuando tuvo ocasión
se llevó todo el dinero.
Hoy os presento a Turpín,
día veinte de febrero,
el hombre más bandolero
que se ha visto hasta este fin.
De pequeño era un pillín
y de grande un criminal.
Por orden del general
yo salí con mis soldados,
los cogimos embriagados
y los entregó al tribunal.
El trabuco naranjero
siempre llevaba a su lado,
hasta la boca cargado
con una libra de acero.
Para disparar primero
el revólver en la mano,
así pasaba el verano
por los pueblos y aldeas,
quitando aunque no lo creas
todo el dinero del grano.
En Inglaterra ha nacido
este tan gran perillán,
que para ganar el pan
ningún oficio ha aprendido.
Éste ha sido distinguido,
en su vida ha trabajado,
más cabezas ha cortado
a los ilustres señores,
que los cortadores de reses
en su vida han degollado.
Cuando a la iglesia asistía,
vestido de capellán,
derecho este perillán
iba hacia la sacristía.
Rezando un Ave María
así pasaba el ratillo.
Cuando veía al monaguillo
que acababa de cobrar,
éste solía robar
lo que había en el cepillo.
Este pirata ha robado
en casa de un labrador,
haciendo de coadjutor,
teniéndolo planeado.
Cuando después se ha marchado
con dos sacos de oro y plata,
andaba a salto de mata
brincando por los balcones.
Así hacía millones,
Sin faltarle jamás pasta.
Eran las doce la noche
del día de San Fermín,
y propuso este pillín
al Fisco robar el coche.
También propuso este boche
robar el coche ambulancia
y al momento pasó a Francia
derecho al banco francés,
poniendo el interés
al diez por ciento en ganancia.
Dick Turpín fue en Inglaterra
en un palacio nacido;
éste se metió bandido
solamente por dar guerra.
Éste abandonó su tierra,
éste se vino a robar,
al mismo tiempo a gozar
de mujeres españolas,
que al verle con sus pistolas
se tuvieron que entregar.
Cuando Turpín fue crecido,
que ya quería ser mozo,
lo cogió con mucho gozo,
el oficio de bandido.
Y sin meter mucho ruido,
por las montañas andaba,
y al mismo tiempo entraba
a robar por las aldeas,
y de las guapas y feas,
este criminal gozaba.
Una tarde de verano,
salió este bandolero,
pensando robar dinero,
en casa de un escribano.
Con el puñal en la mano,
le dice este ladrón:
Preséntame un millón,
metiendo mano al bolsillo;
si no, con este cuchillo,
te atravieso el corazón.
Ahora me acaban de dar
una tarjeta preciosa,
por la juventud hermosa,
para el señor capitán.
Yo creo que le dirán,
algo de ese mala cría,
señalo con alegría,
que será de ese tirano;
ahí se la entrego en mano,
yo me ausento, hasta otro día.
Más de dos mil extranjeras,
ha dejado deshonradas,
en España mil casadas,
en Francia dos mil solteras.
Modistas y costureras,
son las que más le gustaban.
Las jóvenes que deshonraba,
no tenían quince abriles,
así que de juveniles
varias inclusas llenaba.
Más de cuarenta doncellas
Turpín a su lado tenía,
las más bonitas que había
debajo de las estrellas.
Cuando gozaba de ellas,
al retiro las echaba.
Aunque este joven estaba,
de mujeres siempre lleno,
cuando veía un tipo bueno,
de pronto se le antojaba.
Preparao con su cuadrilla
salía este bandolero,
pensando robar dinero,
en Córdoba y en Sevilla.
Igual aldea que villa,
todo raso lo llevaba,
también los bancos andaba,
por llevarse el capital;
después este criminal,
a los empleaos mataba.
Cuando habla el capitán,
todo el mundo que se calle.
Voy a dar ahora un detalle,
de este hombre perillán.
Robaba con mucho afán,
por toda Andalucía,
hasta que le llegó el día,
que cogimos a este pez.
Ahí lo tiene, Señor Juez,
para que sentencie Usía.
Estando en mi regimiento,
de instrucción con mucho afán,
vino el señor Capellán,
y habló conmigo un momento.
Y dijo: A Turpín el hambriento
no se puede detener.
Y yo dije: Voy por él.
Y cansado del camino,
cogimos a este asesino,
venciendo a su poder.
Al capitán de ladrones
os presento conducido,
que ha sido el mayor bandido,
que ha habido en las naciones.
Puede dar declaraciones,
el que tenga que alegar,
porque se va a sentenciar,
al hombre que en un minuto,
ha hecho vestir de luto
a toda la humanidad.
Hoy, domingo de piñata,
es un día de placer,
porque aparece ante el Juez
un alevoso pirata.
Haciendo su publicata,
diciendo que es un ladrón.
Por su mala condición,
y por su mala traza,
será quemado en la plaza,
este malvado ladrón.
Las mozas de San Vicente
están contentas al fin,
porque ya ven a Turpín,
enfrentado con la gente.
Con un gesto sonriente,
Todas ellas agradecen.
Por lo mucho que padecen,
le dicen al Tribunal
que maten a este chacal,
que todas lo aborrecen.
En una cueva sombría,
dentro de Sierra Morena,
pasando una vida buena,
este bandido vivía.
De cuando en cuando salía,
a ver por la carretera,
y siempre estaba a la espera,
lo mismo que el cazador,
y mataba este traidor,
a la gente pasajera.
Al pagar a los obreros,
de alguna empresa importante,
él reunía al instante,
a sus buenos majaderos
Él iba de los primeros,
al frente del personal,
que al robar el capital,
amenazaba a la empresa,
que éste dejaba deshecha,
arruinada y sin un real.
Cuando un robo planeaba,
éste lo hacía de día,
ya que esta mala cría,
a mano armada robaba.
sin importarle, mataba,
y dejaba mucho luto.
No le importaba el insulto,
ni que dijeran ¡Canalla!
Él barría con metralla,
cuando veía un tumulto.
Andaba este bandolero,
por campos de Andalucía,
y a éste se le ocurrió un día,
aligerar a un banquero.
También se le ocurrió al cuatreo,
robar a un abogado,
y lo mismo este malvado
le robó al señor Juez,
quitándole este pez,
el dinero del Juzgado.
Cuando pensaba este lobo,
en hacer algo anormal,
decía a su personal,
hay que preparar un robo.
Tenía poco de bobo
y muy mucho de ladrón,
y pensó este canallón,
en robar el Banco España,
haciéndolo con tal maña,
que asombró a la Nación.
Turpín que a nada temía,
y a muy pocos respetaba,
a otros mucho maltrataba,
y a otros tantos maldecía.
Lo crió una ama de cría,
y su tierra fue Inglaterra,
y después vino a esta tierra,
a violar y a robar.
¡Nos lo tienen que matar,
y acabar con esta fiera!
CONTROVERSIA DEFENSOR-FISCAL
Defensor:
Hoy en España pasea
todo el que roba millones,
y meten en las prisiones
al hombre de mala idea.
Hoy este pueblo desea,
que éste salga en libertad.
¡Señor Juez, hablando en paz,
sáquenlo de la prisión!
Porque, si no, esta Nación
hará una barbaridad.Fiscal:
Como fiscal me divierte
ir contra este criminal,
que más parece un chacal
que una persona decente.
Este pueblo, San Vicente,
prefiere verlo quemado,
ya que, si no, al desalmado,
que tanto mal puede hacer,
su gente lo quiere ver
cuanto antes ajusticiado.Defensor:
Turpín, al verse entre jueces,
a mi me pidió un favor.
Me dijo más de mil veces:
¿quieres ser mi defensor?
Yo le dije sin temor:
estoy para defenderte,
porque tengo un brazo fuerte
para hablar con el fiscal,
y hoy saldrás del Tribunal,
y serás hombre de suerte.Fiscal:
Cuando por fin a este pez,
lo cogen acorralado.
Yo, como Magistrado,
le expongo al Señor Juez.
No haya clemencia con él,
ha robado y ha matado.
Según parece ha violado
a muchachas inocentes;
por eso pido insistente,
que ese vil sea quemado.Defensor:
Turpín de mi corazón,
qué mala suerte has tenido,
en este mundo fingido,
lleno de murmuración.
Hoy reina la Inquisición.
Hoy los jueces no son leales.
Pues los que roban dos reales
los meten en las prisiones,
y los que roban millones
son los hombres más formales.Fiscal:
A mí, señor presidente,
mi parecer es que muera,
pues salió a la carretera,
a robar y matar gente.
No me parece decente,
el condenarle a prisión,
pues si tuviese ocasión,
del presidio escaparía,
y entonces se cubriría
de luto nuestra Nación.Defensor:
Turpín me pidió ayuda,
que yo le ofrecí sincero.
No quiero ningún enredo,
en esta Magistratura.
Yo sabré con mano dura,
convencer al Tribunal,
para que sea normal
el castigo que merece.
Y me saldré con mis trece,
libertando a este animal.Fiscal:
Infame, hombre criminal,
Cuando por el mundo andabas,
entonces tú no pensabas,
verte ante este Tribunal
en el que hubiese un Fiscal,
para exigir tu sentencia.
Por tu falta de conciencia,
vuelvo de nuevo a insistir,
en que debes de morir,
sin movernos de esta Audiencia.Defensor:
Oiga, Señor Capitán,
no hay derecho para eso,
Turpín más merece un beso
que los palos que le dan.
En ver la gente que están,
se me acaba la paciencia.
Y delante mi presencia,
a Turpín no se le pega.
Usted hace la entrega;
después, que obre la Audiencia.Fiscal:
A este asesino y malvado,
si lo aprueba el Tribunal,
mi Ministerio Fiscal
a muerte lo ha condenado.
¡Muchos bancos ha robado!
¡Muchos niños en la inclusa!
Yo creo que no hay excusa
para que sea quemado.
Ya que, si no, a este malvado
España entera repulsa.Defensor:
Por órdenes del capitán,
de perseguir a esta gente,
cogieron a este inocente,
y dicen que es criminal.
Siendo pecado mortal
castigar a un inocente,
yo juro vengar su muerte,
con tranquilidad serena,
pues bien merece la pena,
si matan a este inocente.Fiscal:
Creo merece la pena,
el matar a este asesino,
que roba y mata en el camino,
en toda Sierra Morena.
Mi Ministerio sin pena,
pide su muerte inmediata,
ya que, si no, éste maltrata
a muchachas inocentes;
Por eso pido insistente,
su muerte vil en la plaza.Defensor:
Tu muerte habían pensado,
los jueces que te persiguen,
pero eso no lo consiguen,
mientras esté yo a tu lado.
¡No llores, joven honrado!
¡no lo tomes por ofensa!
porque lo pongo en la prensa,
si castigan sin razón,
y hoy saldrás de la prisión,
mientras yo hago tu defensa.Fiscal:
Ya me canso de pedir
sea muerto este malvado,
ha robado y ha matado,
más no se puede decir.
Pueblo, debes decidir,
qué hacemos con el canalla,
que atraviesa con metralla,
a toda la multitud,
sea de día o sin luz.
Yo, Fiscal. ¡Muera el canalla!Defensor:
¡Usted no tiene conciencia!
¡Usted no es humanitario!
Al verlo tan solitario,
se vale de su prudencia.
No demuestra usted potencia,
demuestra usted falsedad.
¡Amigo, tranquilidad!
¡Tú no temas, ten valor!
Responde tu defensor,
de sacarte en libertad.Fiscal:
¡Qué de muertes has causado!
¡Qué de luto a la Nación!
Los bancos más de un millón,
sus cajas has despojado.
Mas yo, como Magistrado,
defendiendo Fiscalía,
quiero que sea la mía,
y que mueras sin tardar,
pues la nueva nos va a dar
bienestar y una alegría.
Bibliografía:
Luis Verde Arteaga, Costumbres perdidas de San Vicente de la Sonsierra, Rioja 7 Días, 1992.