Título: Exhortación a los gaiteros |
Las canciones y costumbres que nos cuentan Pablo y Antonio estaban extendidas en los pueblos de la sierra que esperaban con ilusión la llegada de los gaiteros para amenizar las fiestas e interpretar los bailes. Este tipo de costumbres las hemos conocido en muchos pueblos de la sierra, desde estas tierras altas sorianas, hasta la comarca de las Viniegras, pasando por las tierras de Enciso y Yanguas, el Camero Viejo y el Nuevo. Se trata de una organización ritualizada del espacio festivo musical.
La actuación más esperada de los gaiteros que acudían a las fiestas de los pueblos era la de interpretar el baile, después de haber tocado en la procesión, animado el pueblo con pasacalles, o despertado a los vecinos con sus dianas. Danzas, gigantes y cabezudos, si los había, también bailaban al son de la dulzaina.
Pero el baile era el momento propicio para el acercamiento de las parejas. Podía durar varias horas por lo que los gaiteros hacían varios descansos para reponer el fuelle de sus pulmones. Esos momentos de descanso eran aprovechados por las mozas para organizar corros al son de canciones por todos conocidas y el único acompañamiento de las palmas. Cabían muchas clases de corros espontáneos: las carrasquillas, la jerigonza o el pollo viejo. Las mozas del pueblo en un acto de autoafirmación dejaban claro que mandaban ellas:
Y estamos en nuestro pueblo
y hacemos lo que queremos
y podemos despachar
a todos los forasteros
Animaban a mozos y mozas a sumarse al corro con la siguiente canción:
Sal a bailar salero,
salero sal a bailar,
que tienes tú más salero
que arena lleva la mar.
Ay con sal, sin sal,
ay con sal, saleró,
salero sin sal
lo mismo te quieró,
lo mismo te quieró,
lo mismo te quieró
ay, con sal, sin sal,
ay, con sal saleró.
Una vez terminada la sesión de corros espontáneos llegaba el momento de exhortar a los gaiteros para que siguieran tocando las piezas del baile:
A mí me gusta la gaita,
viva la gaita, viva el gaitero,
a mí me gustan las chicas
que llevan cintas de terciopelo.
Venga música, venga música,
que la pide el forastero,
y si no quieren bailar,
bailaremos los del pueblo.