Título: Oración al acostarse IX |
Con Dios me acuesto, con Dios me levanto,
con la Virgen María y el Espíritu Santo.
Vete, enemigo, no vengas conmigo,
que yo voy con Dios y Dios viene conmigo.
Ángel de la guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día,
si me desamparas me dejas perdida,
la boca del lobo se me comería.
En el monte murió Cristo, Dios y hombre verdadero,
no murió por sus pecados sino por míos y ajenos,
en la cruz está clavado con duros clavos de hierro.
¡Oh, padre mío de mi alma, divino y manso cordero!,
yo soy este pecador que tan ofendido os tengo,
a la hostia consagrada donde celebra en su templo.
Adoro a la cruz,
en ella murió mi amado Jesús.
Cruz querida, cruz preciosa,
cruz muy llagada y cruz lastimosa,
duros clavos que claváis en mi Jesús sin razón,
pero cómo mortifican los clavos mi corazón.
Las oraciones al acostarse se crean sumando varias oraciones de corta extensión que se encadenan unas con otras a veces de modo caprichoso, de ahí la variedad de los resultados finales. En este caso falta la tan socorrida plegaria de las cuatro esquinitas y, sin embargo, aparecen otras invocaciones menos habituales, como la de la «boca del lobo» en la oración al Ángel de la guarda, el romance «En el monte murió Cristo!» o la adoración de la cruz.