En una casa que pasan hambre el marido decide ir a buscarse la vida haciéndose pasar por adivinador. La suerte le sonríe gracias a una serie de sucesos afortunados, incluso al final, cuando confiesa ante la guardia civil que su mujer tenía razón al decirle que era un «adivinador de mierda» resultó que uno de los guardias llevaba un carajón de burro en su mano.

Paralelos:

Juan Cigarrón, adivinador

Bibliografía:

• Javier Asensio García, Cuentos riojanos de tradición oral, Piedra de Rayo, Logroño, 2004.