Título: El orden en la procesión general del Valle de Ocón |
La Villa es la cabeza del Valle de Ocón, con su castillo guerrero fue refugio de la minoría cristiana en tiempos de la dominación musulmana. Reconquistado el valle del Ebro en el siglo XI, los habitantes de las sierras de La Rioja bajaron a repoblar el valle y fundaron nuevos pueblos que en el caso del valle de Ocón tuvieron siempre como matriz a la Villa.
Viejas leyendas religiosas que nos cuentan cómo tras la Reconquista aparecieron en una fuente algunos restos de San Cosme y San Damián, de San Bartolomé y la cabeza de una de las Once Mil Vírgenes. Metáfora medieval la de la fuente pues si de la Virgen María nació el Salvador, de las fuentes sagradas fluye el agua de la gracia. Así reza el evangelio: “el que beba del agua que yo le dé no tendrá jamás sed, que el agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna”.
El día 13 de mayo se celebraba en La Villa la Procesión General del Valle de Ocón. De un siglo a acá los pueblos del valle se han ido descolgando de subir a la Villa y organizan cada uno la procesión por su cuenta. Pero aún quedan los recuerdos de aquella multitudinaria reunión de todos los pueblos:
“Salían de sus poblados al amanecer, con objeto de llegar pronto, pues en la procesión habían de ocupar el puesto según fueran llegando, siendo siempre el primero el de La Villa. Dejaban todo en la iglesia de San Miguel y se iban a las casas de los vecinos a comerse un abundante almuerzo, que terminaba con grandes fuentes de arroz con leche.”
(Alfredo Gil del Río, Historia y Antiguas Leyendas de La Rioja. Enigmas de una región, Ibercaja, Zaragoza, 1977, páginas 376 y 377).
Se cantaban, y se siguen cantando, los versos a San Cosme y San Damián. El sacerdote entonaba las letanías y las mozas encabezaban la procesión vestidas de blanco. Esta costumbre de vestir a las mozas de blanco hace tiempo que se perdió.
Josefina Galilea Gil, en La Villa de Ocón hacia 1920. Una de las pocos fotografías, si no la única, que se conserva de una doncella vestida de blanco para la procesión general. Fotografía tomada de Gentes y pueblos de Ocón, página 52.
Los versos a los santos son una rogativa. El valle de Ocón es terreno de poco y muy corto regadío, así, en pleno mes de mayo los agricultores piden a sus santos el agua que los campos requieren:
Honre Ocón agradecido
a San Cosme y San Damián,
pues de los hijos de Adán
el amparo siempre han sido.
Prorrumpen todo afligidos
con confianza en dulces cantos.
Agua, Dios, benditos santos,
agua, patronos gloriosos,
agua pedimos ansiosos
vuestro hijos entre llantos (estribillo).
Solo en La Villa de Ocón,
sin duda para su abono,
quisisteis fijar el trono
de la mayor devoción.
Vuestro amparo y protección
hoy necesitan los campos.
Agua, Dios, benditos santos…
Gloriosos Cosme y Damián,
protectores eminentes,
consagrad a vuestro Dios
estos cultos reverentes
y alcanzarnos diligentes
abundante gracia y paz.
Agua, Dios, benditos santos…
Los dos más fuertes soldados,
los dos más fuertes guerreros,
en la iglesia militante
por Dios la vida perdieron.
Agua, Dios, benditos santos…
Estos dos fueron hermanos
y como hermanos vivieron
y como hermanos pasaron
el rigor de los tormentos.
Agua, Dios, benditos santos…
Es muy cierto que ganaron
dos coronas en el cielo,
defendiendo valerosos
la fe de Dios verdadero.
Agua, Dios, benditos santos…
Miguel Ángel Aguado nos da un punto de vista profano de la procesión, tanto que su relato parece un cuentecillo. La procesión era muy larga y pese a que se mantenía el orden de los participantes, el fervor poco a poco iba decayendo. Parece que hubo una tradición jocosa en torno a esta procesión. En Los Molinos de Ocón nos contaron que un natural del pueblo que llegó a ser obispo en El Burgo de Osma (Soria), don Saturnino Rubio Montiel, paseaba altivo en la procesión con la cara mirando a las piernas de las muchachas que se asomaban en los balcones y que ante la queja de unos labradores de que aquel año los santos no estaban respondiendo a sus súplicas les dijo:
Es que sois unos bastazos,
sólo hacéis sembrar trigazo y centenazo.
Sembrad también remolacha y ajos
que si apedrean lo de arriba
siempre queda lo de abajo.
Informó Lucio Sáenz Ascorbe (11-02-1927), el 1 de julio de 1998.
Sobre las mozas vestidas de blanco encontramos muchas analogías con las procesiones de doncellas de Santo Domingo de La Calzada y Sorzano, igualmente con las móndidas de San Pedro Manrique y Sarnago en la provincia de Soria. Aunque se relaciona con los tributos de doncellas que los reinos cristianos satisfacían a los moros más bien parece el recuerdo de las antiguas Robigalia romanas. Las Robigalia se celebraban el 25 de abril en honor a la diosa Robigo, protectora de los campos de trigo y defensora del ataque del hongo llamado tizón en la época en que comenzaban a formarse las espigas. Ovidio describe en el cuarto libro de los Fastos la ceremonia de las Robigalia: “una procesión de personas todas vestidas de blanco, guiadas por el Sacerdote del Quirinal que se dirige al bosque sagrado del dios en la quinta milla de la vía Clodia”. (Publio Ovidio Nasón, Fastos, editorial Gredos, Madrid, 2001, página 164)
Bibliografía:
- Urbano Espinosa, Gentes y pueblos de Ocón, Sociedad para el desarrollo del Valle de Ocón, 2002.
- Jerónimo Cordón Palacios, Luz a Ocón. Retazos de Rioja, editorial Ochoa, Logroño, 1974.
- Alfredo Gil del Río, Historia y Antiguas Leyendas de La Rioja. Enigmas de una región, Ibercaja, Zaragoza, 1977.
- José Antonio Quijera Pérez, “El tributo de las cien doncellas. Un viejo mito mediterráneo”, en Revista del Folklore, CajaEspaña, Valladolid, 1993, número 148.
- Isabel Botas San Martín, “Oraciones, ensalmos, conjuros” en Revista de Folklore, Tomo XII-1, Valladolid. 1992, página 95.