Título: El sermón del Padre Guardián II |
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
En la cabeza. Eso no se llama cabeza que se llama gran peluda. ¡Oh, cabeza, gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En la frente. Eso no se llama frente que se llama pensativa. ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En los ojos. Eso no se llaman ojos que se llaman miravalles. ¡Oh, ojos miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En las narices. Eso no se llaman narices que se llaman trompeteras. ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En la boca. Eso no se llama boca que se llama tragasopas. ¡Oh, boca la tragasopas! ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos los miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En la barbilla. Eso no se llama barbilla que se llama zoquetera. ¡Oh, barbilla, la zoquetera! ¡Oh, boca la tragasopas! ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos los miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En las tetas. Eso no se llaman tetas que se llaman margaritas. ¡Oh, tetas, las margaritas! ¡Oh, barbilla, la zoquetera! ¡Oh, boca la tragasopas! ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos los miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En el ombligo. Eso no se llama ombligo, que se llama remojón de medio mundo. ¡Oh, ombligo, remojón de medio mundo! ¡Oh, tetas, las margaritas! ¡Oh, barbilla, la zoquetera! ¡Oh, boca la tragasopas! ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos los miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En el culo. Ese no se llama culo que se llama cagadero. ¡Oh, culo, cagadero! ¡Oh, ombligo, remojón de medio mundo! ¡Oh, tetas, las margaritas! ¡Oh, barbilla, la zoquetera! ¡Oh, boca la tragasopas! ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos los miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En el plumero. Eso no se llama plumero que se llama triángulo de las bermudas. ¡Oh, plumero, triángulo de las bermudas! ¡Oh, culo, cagadero! ¡Oh, ombligo, remojón de medio mundo! ¡Oh, tetas, las margaritas! ¡Oh, barbilla, la zoquetera! ¡Oh, boca la tragasopas! ¡Oh, narices las trompeteras! ¡Oh, ojos los miravalles! ¡Oh, frente la pensativa! ¡Oh, cabeza la gran peluda!, tran con tran, este era el sermón del padre guardián.
-El padre guardián quiso ser santo y no pudo.
-¿Por qué?
-Por ponerle la mano a una doncella.
-¿En dónde?
-En el coño. Eso no se llama coño que se llama boca del lagarto, donde entran los hombres hambrientos y salen hartos.
Se trata de una nueva versión jocosa del Retrato de la dama que tanto recorrido tuvo en la literatura culta y que la tradición oral lo dejó a medio camino del erotismo y el humor.