Marcelino madrugaba     la mañana de San Juan
a dar agua a su caballo     y a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe     Marcelino echa un cantar
ni tan alto ni tan bajo     que al palacio fue a llegar.
Madre reina que lo oye     manda a su hija llamar.
–Mira, hija, cómo canta     la serenita del mar.
–Madre, no es la serenita     ni tampoco el serenal
que es el conde Marcelino     que con él me he de casar.
–Si con él te has de casar     yo le mandaré matar–.
A las doce de la noche     ya era difunto el tal
la otra murió a la mañana     cuando el sol vino a rayar.
Ella, como hija de reyes,     la entierran en pie de altar
él, como hijo de conde,     un poquito más atrás.
Ella se vuelve paloma     él un lindo gavilán
y al palacio de la reina     los dos fueron a posar
manda la reina a sus pajes     que los vayan a matar.
Ella se vuelve una oliva     y él un lindo pie olivar
manda la reina a sus pajes     que los vayan a cortar.
Ella se vuelve una ermita     él un lindo pie de altar
donde tullidos y ciegos     allá se iban a curar.
Pierde la vista la reina     y a la puerta fue a llamar:
–¡Por Dios le pido a esta ermita     si la vista me pue dar!
–¡Váyase con Dios la Reina     la vista no se le da!
que cuando fui doncellita     no me dejó usted casar
y ahora que me he vuelto ermita     la vista no se le da–.

Incluido en el CD Romancero de la sierra riojana, Música tradicional y cultura oral de La Rioja volumen 1, Ed. Saga, S.A., EKDP-10.002, Madrid, 1999, Corte 15.

Bibliografía:

• Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.
• Javier Asensio García, Romancero de la sierra riojana, edición del autor, Logroño, 1999.