Título: La mala suegra IV |
Malbuena se paseaba por su palacito real
le dan dolores de parto que le hacen arrodillar
entre dolor y dolor Malbuena echaba un cantar:
–¡Quién estaría esta noche en casa del rey, mi padre!
pasaría los dolores en los brazos de mi madre–.
La suegra que la está oyendo: –Anda, corre y echa a andar
que si viene tu marido yo le daré de cenar.
–Sáquele usted negro vino sáquele usted blanco pan
cebada para el caballo y cebo pal gavilán–.
Cuando Malbuena salía don Bueso llegaba ya.
–¿Dónde está mi espejo, madre, mi espejito dónde está?
–Por esos caminos ha ido por esos caminos va
dando voces y alaridos como mujer de un rufián
que tú le has cerrado el vino que tú le has cerrado el pan
que tú le has cerrado el peine donde solía peinar.
–Sáqueme esa espada, madre, y ese dorado puñal
donde quiera que la encuentre allí la tengo matar–.
Y en casa del rey, su padre, allí la vino a encontrar
noticias dan a don Bueso que ha parido su infanta
que ha parido su infanta un infante muy galán.
–El pan que coma la madre se le vuelva solimán
la leche que mame el niño se le llegue a recargar–.
Las que enfajaban al niño no cesaban de llorar
las que se estaban con ella no cesan de suspirar.
–Levántate de ahí, Malbuena, si te quieres levantar
que si aguardas a tres veces el puñal lo ha de mandar–.
–¿Quién es ese majo, madre, tan practíco en el hablar
que si lo oyera don Bueso lo mandaría matar.
–Es tu maridito, hija, que te viene a visitar.
–Madre, si es mi marido sáquele usted de cenar
sáquele usted negro vino sáquele usted blanco pan
cebada para el caballo y cebo pal gavilán–.
–No quiero tu negro vino ni tampoco el blanco pan
ni cebada pal caballo ni cebo pal gavilán.
Levántate de ahí, Malbuena, si te quieres levantar
que si aguardas a tres veces el puñal lo ha de mandar.
–La mujer de un caballero tres días solía estar
la mujer de un pastorcito día y medio y no cabal.
–Levántate de ahí, Malbuena, si te quieres levantar
que si aguardas a tres veces un puñal lo ha de mandar.
–Adiós, casa (d)el rey, mi padre, adiós, palacito real
una mujer casadita con su marido se va–.
Y a la mitad del camino Malbuena miraba atrás.
–¿Qué miras atrás, Malbuena, que te quies volver atrás?
–A las patas del caballo que llenas de sangre van.
Un poquito más alante una ermita allá habrá
y si no hay confesor tú de confesor valdrás–.
–¡Malditos sean los hombres que de mujeres se fían!
por fiarme de mi madre he perdido hijo y mujer
la mujer como una rosa y el hijo como un clavel–.
Magnífica versión de este viejo romance, tanto por su gran nivel poético como por la melodía antañona con que Juana García, de Villavelayo, lo interpreta.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.
- Ignacio Ceballos Viro, El romancero tradicional y las relaciones de parentesco: la suegra malvada, Universidad Complutense de Madrid, 2010.