Título: El sermón del Padre Guardián |
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En la frente, ¡ay, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En los ojos, ¡ay, ojos miragales, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En las narices, ¡ay, narices narigales, ojos miragales, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En la boca, ¡ay, boca, boca, come pan y traga sopas, narices narigales, ojos miragales, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En las tetas, ¡ay, tetas, tetas, margaritetas, boca, boca, come pan y traga sopas, narices narigales, ojos miragales, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En el ombligo, ¡ay, ombligo, ombligales, remojón de medio mundo, tetas, margaritetas, boca, boca, come pan y traga sopas, narices narigales, ojos miragales, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
El padre guardián, queridísimos hermanos míos, quiso ser santo y no lo fue.
–¿Por qué, por qué?
–Por querer echarle mano a una pobre joven desventurada.
–¿En dónde, en dónde?
–En el a(g)ujero (d)el lagarto, donde los hombres van con ansia y salen hartos. ¡Ay, aujero el lagarto, que vais todos con ansia y salís hartos, ombligo, ombrigales, remojón de medio mundo, tetas margaritetas, boca, boca, come pan y traga sopas, narices narigales, ojos miragales, frente reluciente, tantarantán!, éste es el sermón, señores, del padre guardián.
Nos encontramos con un sermón burlesco de notable antigüedad, aprendido por Áurea de labios de su abuelo, Matías Carrillo, el célebre brujo de El Redal. Tiene su antecendente más lejano en el libro del Cantar de los Cantares, cuando el hombre enamorado retrata las partes del cuerpo de la mujer amada. Se trata de un relato humorístico en el que el narrador pone nombres metafóricos a las partes que va describiendo. Podemos considerarlo como un cuento de tipo acumulativo, muy propio del viejo folklore hispano y sefardí.