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Título: La Cruz de los Valientes
Clasificación: Leyendas
Localidad: Valgañón, Santo Domingo de La Calzada, Grañón
Informante: Fernando Agustín Agustín (24-5-1924)
Recopilador: Javier Asensio García
Lugar y fecha de recogida: Calahorra, 25 de mayo de 2002

 

La leyenda de La Cruz de los valientes es una de las más conocidas de La Rioja. A través de ella se explica por qué Grañón posee un encinar que en el siglo XV se disputaba con Santo Domingo de La Calzada. Ambos pueblos quedaron en resolver la contienda mediante la lucha cuerpo a cuerpo de dos jóvenes, los más aguerridos de cada lugar. Venció Martín García de Grañón y en el lugar donde tuvo la lucha se hincó una cruz, que se renueva periódicamente, como recuerdo y testigo del hecho. La cruz se encuentra en pleno Camino de Santiago.

 


Fotografía tomada de www.alberguecofradiadelsanto.com

La narración tiene una base real, bien es cierto que el paso de los siglos la ha ido adornando de detalles legendarios.

Javier Pérez Escohotado nos cuenta que:

«La pelea debía celebrarse en terreno intermedio. No era una pelea a muerte. Se trataba simplemente, mezclando habilidad y fuerza, de sacar al contrincante de un amplio círculo. No podían usar armas de ninguna clase y nada se dijo de la indumentaria que deberían llevar, dato inesperado que decidiría la batalla.

Sto. Domingo designó a un hombre que –como la mayoría de los que pierden– no tenía nombre. Durante el mes anterior a la pelea, fue alimentado a base de finas carnes, buenos vinos y como a hombre que puede perder la vida concedieron libertad para usar lo que en la ciudad hubiera, tanto público como privado. En este mes, más de una virgen, y otras que no lo eran tanto, regalaron al luchador sus propias carnes. La aparente molicie del de Sto. Domingo estaba basada sobre una estratagema que debiera dar la victoria a este pueblo: el luchador iría a la pelea desnudo y cubierto de aceite, como un atleta griego. La superioridad cultural de Sto. Domingo era manifiesta. Martín García, durante el mismo mes, siguió su dieta habitual de cocidos fuertes –habas sobre todo, según mis notas– y carne, sin olvidar su trabajo en la tierra, que diariamente atendía.

El día de la pelea, de madrugada, aparecieron en un lugar entre Sto. Domingo y Grañón, las autoridades civiles de los dos pueblos y una nutrida representación de los vecinos. El de Sto. Domingo apareció, como estaba previsto, embadurnado de aceite y desnudo. Martín García, en la simplicidad de su fortaleza desnuda. A un común gesto de los dos alguaciles, la pelea comenzó; el aceite se mezcló; la fortaleza de Martín no podía con las travesuras y esquivos del de Sto. Domingo. Nada estaba decidido después de cuatro ininterrumpidas horas de lucha. La resistencia física estaba en sus límites humanos; sólo una gracia extraordinaria podía resolver aquella contienda que necesariamente tenía que solucionarse aquel día. Martín García, en una inspiración, mientras el de Sto. Domingo lo empujaba hacia el límite del círculo, se revolvió y metiendo con fuerza su dedo corazón en el culo del otro luchador, sacando fortaleza de su gastada flaqueza, levantó en el aire al de Sto. Domingo, que pataleaba y gritaba como un cerdo y lo lanzó fuera del círculo.

Así pudo suceder si nos atenemos a las notas del párroco. Los herederos de Martín García disfrutan hoy ‘La Ballada’ y pagan a la parroquia de San Juan Bautista para que se rece por él todos los domingos. Aunque no murió en la pelea, quedó muy quebrantado y esto aceleró su muerte.

El de Sto. Domingo tuvo que sufrir el rencor, la vergüenza y el anonimato histórico. Decidió entrar de hermano lego en una orden religiosa y murió, dicen, con grandes muestras de arrepentimiento y virtud.»

(Javier Pérez Escohotado, Chascarrillos, dichos y decires en el habla de La Rioja, Gráficas Ochoa. Logroño. 1990, página 20).

A mediados del siglo XIX el geógrafo Pascual Madoz nombró el caso para justificar la propiedad que Grañón tiene sobre la dehesa:

«la dehesa llamada Ballana, poblada de robles y encinas de propiedad de esta población, de resultas de una contienda que sostuvo contra las pretensiones que tenía la ciudad de Sto. Domingo a la misma, la cual se comprometieron dirimir nombrando un luchador por cada parte, verificando el duelo a 1/2 legua de los dos pueblos, en un paraje llamado la Cruz de los Valientes: se decidió la victoria a favor de Martín García, el cual solo pidió en premio de su valor, el que todos los domingos al tiempo del ofertorio se rezase un padre nuestro y un ave-maría por el descanso de su alma, lo que se ejecuta constante y religiosamente.»

(Pascual Madoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Rioja, Primera edición en Madrid, 1851. Edición facsímil de la CCAA de La Rioja en Logroño, 1985, página 439).

Luchas entre pueblos

Las luchas entre pueblos para dirimir la propiedad de un terreno limítrofe fue algo frecuente en la Edad Media. Villagonzalo (hoy Badarán) y Madriz (San Millán de la Cogolla) dirimieron de la misma forma que Grañón y Santo Domingo a quién pertenecía la Cabaña de Pradilla. El término de La Luchaza entre Pedroso y Anguiano recuerda un hecho similar.

Se documentan viejas luchas territoriales entre Lagunilla y Clavijo; Navarrete y Entrena; y San Vicente de la Sonsierra y Briones.

En Ortigosa de Cameros todavía se recuerda que «cuando se recorrían las mugas con los de El Rasillo, en determinados puntos un muchacho de cada pueblo se pegaba con su contrario, para así recordar el lugar y defender las lindes de las posibles invasiones pastoriles de sus vecinos.»

(Luis Vicente Elías Pastor, en obra conjunta con otros autores, La Rioja y sus tierras, Comunidad Autónoma de La Rioja, Logroño, 1982, página 146).

José María Iribarren nos recuerda que en Igoa (Navarra) elegían alcalde al más forzudo del lugar: “Sé de uno que, elegido por esta causa, gobernó a sus paisanos hasta que se hizo viejo. Un día, su yerno le dijo que él se consideraba con más fuerza y que debía cederle el cargo.
–Eso lo veremos– dijo el anciano.
Y un domingo, ante el pueblo, lucharon ambos a buluquetas (especie de lucha grecorromana). Venció el yerno y lo hicieron alcalde.»

(José María Iribarren, Burlas y chanzas, Editorial Gómez, Pamplona, 1961, página 52).

La lucha como deporte rural

La lucha canaria y la lucha leonesa son hoy la supervivencia de un deporte que siglos atrás estuvo más extendido. Alfonso X El Sabio nombra la lucha como uno de los juegos de Castilla en su Libro de los juegos de 1283.

Las actas municipales de la ciudad de Haro del 24 de junio del año 1460 ordenan el pago de trescientos maravedís para las fiestas de San Juan “para el gasto que se hubo de facer, así para las ramaderas del arco, como para los oficiales, como para los luchadores y gaitero, según que lo han de costumbre”.

Este juego con sus normas pervivió hasta los años sesenta del siglo pasado en la aldea alpujarreña de El Collado, tal como nos lo describieron dos informantes que lo llamaban Lucha a brazo partido, se jugaba, como La Calva, en días festivos y participaban en él mozos hasta los dieciocho años.

(Informaron: Justo Caceo García Miajas (14-7-1930) el 10 de febrero de 2007 en San Román de Cameros y Urbano Barrio Caceo (23-5-1937) el 3 de diciembre de 2010 en Logroño).