Título: Rondas en San Andrés de Cameros |
Las tierras altas del valle del Iregua, Leza y Cidacos, es decir el Cameros Viejo, el Nuevo y las tierras de Enciso, Yangüas y San Pedro Manrique, mantuvieron una melodía para las rondas de mozos que es claramente más antigua y anterior a la llegada de las jotas de ronda. En efecto, la célebre tonadilla del Ya se van los quintos, madre, no tiene ritmo de jota.
Hay en ella otros rasgos de antigüedad: entre copla y copla no hay cambio de ritmo que propicie el baile en parejas -como ocurre con las jotas de ronda y sus seguidillas-. ¿Qué sentido tiene esto? La respuesta es bien sencilla: Las antiguas rondas de los mozos eran un canto dirigido a las mozas sin esperar de ellas nada más que captar el mensaje y, a lo sumo, verlas aparecer por la ventana o el balcón. Los criterios morales que rigieron durante siglos las rondas callejeras no contemplaban que las mozas bajaran a la calle, mucho menos a bailar en plena noche. La jota de ronda, con su canto y baile, a buen seguro llegó como una novedad musical al tiempo que cambiaban las costumbres sociales entre el mocerío.
Que se haya conservado esta tonadilla anterior a la jota es, seguramente, una prueba del carácter arcaizante de estas tierras serranas, además del conservadurismo de sus tradiciones.
Una mañana de abril del año 1997 cogimos de muy buen temple al señor Lucio Gómez de San Andrés de Cameros que se dispuso a cantar algunos de los viejos cantares de la ronda de su pueblo y nos convenció que sería capaz de recordar muchos más: «Cantares te cantaré, aunque sean mil docenas, con tal de que al amanecer, tengan alivio mis penas».
Canta, compañero, canta,
canta bien y canta fuerte
que la cama de mi novia
está en hondo y no lo siente.
El compañero que canta
habrá dormido con ella
porque sabe que está en hondo
la cama de esta doncella.
No compañerito, no,
no he dormido con ella,
que una vez que estuvo mala
entré con su madre a verla.
Ya viene Santa Isabel,
no tengáis penas mocitas,
que nos vamos a poner ramos
de las flores más bonitas.
El veinticuatro es San Juan
y el veintinueve San Pedro
y el dos es Santa Isabel,
la patrona de mi pueblo.
En la esquina de la plaza
hay una peña redonda
donde muelen el tabaco
los mocitos de la ronda.
Chavalitas de La Rioja
de San Andrés lo mejor,
cuando os vayáis del pueblo
ya se va mi corazón.
Por esta calle que vamos
tiran agua y salen rosas
y por eso le llamamos
la calle de las hermosas.
Por esta calle que vamos
tiran agua y salen chinas
y por eso le llamamos
la calle de las cochinas.
Las mujeres a los quince
son botellas de champán,
a los veinte son volubles
y a los treinta son igual.
Cantares te cantaré
aunque sean mil docenas
con tal de que al amanecer
tengan alivio mis penas.
Ya va llegando la ronda
del barrio de Cañamares
donde se asoman las mozas
a las ventanas y a pares.
Una moza de cien años
y otra de noventa y siete
le dice la una a la otra
y estamos de rechupete.
Lo mismo que por las olas
se perdió una embarcación
por la mujeres se pierden
los hombres sin ton ni son.
Me dijiste que era feo
ya me has puesto una corona
más vale feo y con gracia
que no bonita y sosona.
Postinera, postinera,
no te des tanto postín,
que los mozos de este pueblo
no van a ser para ti.
No creas que por que canto
tengo el corazón alegre,
soy como el pajarito
que estando cantando muere.
Allá arriba en aquel alto
vuela una paja al viento,
cómo juegan los amores
dentro de mi pensamiento.
San Andrés lleva la fama
del trato de buenas gentes,
de las mujeres bonitas
y de los hombres valientes.
Y asómate a la ventana,
cara de luna redonda,
lucero de la mañana
y espejo de quien te ronda.
Y aquel lucerito, madre,
que va delante la luna,
es el que me alumbra a mí
las noches que voy de tuna.
Yo quisiera darte un beso,
yo quisiera darte dos,
yo quisiera darte un beso
con todita la ilusión.
Madre cuando voy a misa,
el señor me lo perdone,
lo primero que me fijo,
donde mi amante se pone.
Por un besito ni dos
no echa penitencia el cura
pero llegando a los tres
la penitencia es segura.
De quince años eras guapa,
de dieciseis mucho más
y en llegando a los dieciocho
a cuántos harás penar.
Un rosal cría una rosa
y una maceta un clavel
y un padre cría a una hija
sin saber para quién es.
Asómate a la ventana
cara de luna redonda,
lucero de la mañana
y espejo de quien te ronda.
Son las aguas del pantano
que se ven de mi ventana,
y esas aguas regarán
extensas tierras riojanas.
Cuando voy por La Solana,
que era calle y carretera
le voy pidiendo a la Virgen
que me ampare y me defienda.
Pa qué sirven las pinturas
y los labios de colores,
si lo más interesante
son las buenas condiciones.
Mi madre estará diciendo
dónde estará ese muchacho
y estará en algún presidio
o en la taberna borracho.
El día que yo me muera
y un beso me ties que dar
me lo darás en la frente
pa luego resucitar.
Cuando yo era mozo, madre,
no me contenía el hierro
y ahora me está conteniendo
una mujer con dos huevos.
No te fíes de mujeres
aunque las veas llorar
con sus lágrimas te advierten
el pago que te han de dar.
Fragrante como una rosa
y hermosa como un clavel,
bella perla y esmeralda,
rico zafiro y rubié.
Sueños de color de rosa
dicen que tus sueños son,
y estás durmiendo y soñando
en los brazos del amor.
Ya sé que estás en la cama,
ya sé que durmiendo no,
ya sé que estarás diciendo
y ese que canta es mi amor.
De las chicas de este pueblo
la fulana es la mejor,
la zutana incomparable
y la mengana una flor.
A esta joven tan bonita
la debieran de llevar
a la catedral de Burgos
y ponerla en el altar.
Me quisiste yo te quise,
me olvidaste, te olvidé,
los dos tuvimos la culpa,
tú primero yo después.
Vientecillo zarzagón
que es calladico y muy frío
si vas por tierras de campos
no hieles al amor mío.
Mujercitas de Viguera
y Cameros, lo mejor,
cuando os vayáis del pueblo
ya se va mi corazón.
Glosario:
Zarzagón: Cierzo, viento frío pero no muy fuerte.
Bibliografía:
- Joaquín Giró Miranda y Luis Vicente Elías Pastor, Las aldeas del pantano, San Andrés y Pajares, Comunidad autónoma de La Rioja – Colegio de aparejadores y arquitectos técnicos, Logroño, 1991.