Título: Repiquetes de Santa Águeda |
Santa Águeda, el cinco de febrero, es fiesta muy celebrada en los pueblos de La Rioja. En ocasiones como fiesta de mozos, más propiamente de quintos, pero también de mujeres o de monaguillos. Las costumbres más comunes de esta fiesta son la quema de hogueras o márcharas¸ sobre todo en las calles y plazas pero también en la torre de las iglesias; las meriendas o cenas de los mozos después de haber rondado el pueblo para conseguir chorizos y huevos con las consiguientes postulaciones y cantos por las calles. Pero es, sobre todo, el repique de campanas en la torre de la iglesia la costumbre más extendida.
Autol guarda la tradición con mucho esmero pues a los repiquetes se acompañan peticiones a la Santa de lo más variado y en ocasiones gracioso. Mientras el campanero se encarga de darle al badajo, Vitín -siguiendo la costumbre inmemorial- proclama a los cuatro vientos sus peticiones y deseos en verso. El año 2006 dedicó más de ciento cuarenta.
Las constituciones sinodales del obispo Lepe de 1698 tratan de poner orden en esta tradición. Trescientos años después sigue viva en Autol, sin haber perdido un ápice de esa chispa popular que el obispo calificó propia de gente rústica y que intentó regular con esta norma:
«Hallamos en muchos lugares de este obispado la costumbre de repicar las campanas la noche de la víspera de Santa Águeda. Y porque en ello encontramos no leves inconvenientes mandamos que para este ejercicio que en lo que fuere prudente y racional, permitimos sólo se admitan en las torres de las Iglesias y campanarios aquellos que meramente han de servir en el toque de las campanas, porque suelen quebrarse con el exceso, y por ser entregadas a muchachos y gente rústica, como cada día se experimenta. Y mandamos que las puertas de la Iglesia en aquella noche, como en todas las de año, estén cerradas, sin que se haga cosa en contrario; y no se abran con pretexto de que entre la justicia a rondar, porque a las justicias seglares toca solamente rondar las plazas y calles, y no lo interior de las iglesias. Y en cuanto a la duración del toque, prohibimos que sea tan dilatado, que del mucho golpear, como acontece, se quiebren y maltraten las campanas. Y aprobamos el estilo, que razón de esto se tiene en algunos lugares, que es tocar en la prima noche y en la madrugada. Y exhortamos a los lugares que tienen esta devoción, observen este método. Y en aquellos pueblos donde hay costumbre de no repicar las campanas aquella noche, mandamos que se observe; por ser de mucha quietud, y por evitar los muchos inconvenientes, que del abuso de esta devoción se originan, y experimentan; a cuyo remedio encaminamos esta Constitución».