Título: Pisar la losa para encontrar novio |
Las mozas de todo el valle del Oja y del Tirón acudían a la ermita de Tresfuentes el día 13 de junio para pedirle a San Antonio que les concediera novio. San Antonio es el patrón de las cosas perdidas al que se le reza para que aparezca cualquier objeto doméstico desaparecido y para que las ovejas extraviadas por la noche aparezcan sanas a la mañana siguiente. Es, por tanto, un santo conseguidor y, en consecuencia, las mozas se han ecomendado a él para que se les «apareciera» un buen novio con el que casarse.
El ritual que había que realizar nos lo detalla un escritor de la comarca:
«Primero: Tenían que pisar la losa número trece, localizada dentro del santuario de Tresfuentes, donde fueron numeradas en 1779.
Segundo: Rezar un Padrenuestro y tres Avemarías.
Tercero: Tenían que dar siete vueltas alrededor del santuario.
Y cuarto: Beber agua de los tres caños de la fuente, pisando el bordillo del estanque, pero sin apoyarse en el muro con las manos o el brazo, ni tampoco ser sujetada. El caño del medio está muy difícil para realizarlo, pero lo consiguen.»
(José Luis Grandmontagne Santamaría, Ezcaray y su comarca. Historia, cultura y paraíso, , Infotienda Logroño, 2008, página 252).
La talla de San Antonio que se venera en el santuario data del año 1738. Llama la atención que siendo la Virgen la titular de la ermita de Tresfuentes, San Antonio le haya arrebatado gran parte de la devoción popular. A mediados del siglo pasado el tren que hacía su recorrido entre Haro y Ezcaray llegaba a esta localidad el día del santo repleto de mujeres que acudían a Tresfuentes a pedir novio. El baile que se hacía en Valgañón por la tarde a buen seguro que propició más de un encuentro.
Losas o piedras para encontrar novio las encontramos en la ermita de San Pantalión de Huércanos, en la de San Blas de Estollo, en San Vicente de Munilla y en Tudela. Y las hay por doquier en Europa.
El folklorista asturiano Constantino Cabal considera que estas piedras buscanovios están relacionadas con otras que propician la fertilidad femenina:
«Hay un espíritu en la piedra, deseoso de engendrar, y en el mismo Finisterre, lugar de reunión de los espíritus como término del mundo, existía una piedra de esta clase, donde la mujer estéril se acostaba a dormir con el marido con el fin de concebir. Esta superstición es general en gran número de pueblos y común a gran número de piedras, y las infinitas piedras que pudieran llamarse de amor son pruebas asimismo de esa fe…»
(Constantino Cabal, Mitología Ibérica. Cuentos y consejas de la vieja España,, Grupo Editorial Asturiano, Oviedo, página 49).