Riojarchivo

 

Título: Los codines se libran del Ojanco
Clasificación: Leyendas
Localidad: Cervera del Río Alhama
Informante: Saturnina Peláez Melero (9-2-1931)
Recopilador: Helena Ortíz Viana y Javier Asensio García
Lugar y fecha de grabación: Cervera del Río Alhama, 2 de enero de 2012
Catalogación: Aarne-Thompson 1137, El ogro cegado.

 

Esta narración de Saturnina, que recuerda haberla oído contar a su abuela, está más cerca del mito que de la leyenda o el cuento. En efecto, se trata del viejo mito de Polifemo que aparece en La Odisea de Homero, en este caso muy graciosamente contextualizado en el habla cerverana «y le tiró con un perdigallo y le dejó ciegu».

Dos personajes míticos aparecen en él. El primero es un ser misterioso del que apenas tenemos referencia, el codín, una especie de enano que mide, como dice Saturnina, la distancia que hay del codo a la mano.

La Rioja no es tan pródiga en relatos mitológicos como las tierras verdes del norte de España (desde Galicia hasta el Pirineo), aún así aparecen con cuentagotas algunas fabulaciones de sumo interés como es este caso. Apenas tenemos noticias de estos misteriosos codines, solo una y resulta bastante coherente con el relato cerverano. Nos la proporciona un sacerdote turolense que fue martirizado al comienzo de la guerra civil, el padre Manuel Sancho Aguilar (Castellote, 1874-1936) en un libro de muy difícil hallazgo titulado El pozo del zaurín, Dorazul y otros relatos. En él encontramos un diálogo entre un viejete y un gnomo del Pirineo:

-Dispensa, codín.

-No soy codín. Los codines de Aragón son primos hermanos de los gnomos catalanes. En otro tiempo, cuando formaban una monarquía, eran hermanos; ahora nos hemos quedado en primos.

-Algo es algo. Yo creí que erais hermanos.

-En el fondo, lo somos.

El segundo personaje mitológico que aparece en la narración es el del gigante de un solo ojo, el Polifemo griego que ha pervivido en las narraciones norteñas con el nombre de Ojáncano u Ojanco. Como decimos, este tipo de personajes aparecen muy rara vez en la tradición riojana pero cuando lo hacen se presentan con todas sus credenciales. En el año 1949 el etnógrafo Ismael del Pan escribió en la revista Berceo un artículo sobre el estado de la investigación folklórica en La Rioja y nos dejó escrita una referencia muy precisa:

«Las abuelas de los niños logroñeses de nuestro tiempo captaban la imaginación infantil, presta siempre a dispersarse, con las pinceladas fantásticas de la mitológica figura del ‘Ojanco María Peña’, descomunal hombrazo con un ojo en medio de la frente, que bajaba a Logroño, desde las montañas circundantes, para dar señales palmarias de sus hercúleas fuerzas.» (Ismael del Pan, «La investigación folklórica en la Rioja: tarea que hay que realizar.» En Berceo, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1949, nº 13, páginas 492 y 493).

El historiador de la comarca de Belorado Rufino Gómez ve en el topónimo beliforano de Juancano un claro Ojáncano y nos recuerda al hombre salvaje que desfilaba en las procesiones del corpus burgalés hasta el siglo XVIII. (Rufino Gómez Villar, La comarca de Belorado: toponimia y antroponimia, Pamiela, Pamplona, 2005, páginas 119-122).

Los ojáncanos que pueblan la imaginación de los habitantes de las montañas cántabras algunas veces abandonan esa tierra y viajan a otros territorios cercanos. El siguiente cuento vallisoletano se parece mucho a la narración cerverana, lo cuenta una señora de Overuela (Valladolid):

Que estaban el molinero y su hijo una noche en el molino, alrededor de una hoguera y vieron el ojo de un ojaranquillo y le dijo el padre a su hijo:

«Vamos a sentarnos como si tal cosa, pero voy a meter esta barra -la que tenían para levantar las piedras-, en el fuego y la metió en el fuego… Le veían brillar el ojo, tenía dos cuernos y un ojo en el medio y salían de ahí de la Montaña y cogió y ya el ojaranquillo se debió ir a por un palo para apalancar la puerta para entrar

El hijo se apostó tras la puerta y le avisó al padre cuando veía el ojo y le metió la barra por el ojo. Fueron corriendo al pueblo, por el camino tuvieron que librarse de unos lobos con una escopeta y al volver al molino otros ojaranquillos se lo habían quemado.

Dicen que había muchos, sí, sí, sí, existían allá en la Montaña. Y aún dice la señora que ella los ha visto.»

(Joaquín Díaz y Carlos Porro, Los animales, Colección Ser y estar en Castilla y León, Museo Etnográfico de Castilla y León – Fundación Siglo para las Artes de Castilla y León, Valladolid, 2005, página 93).

Glosario:
 
Perdigallo: Tirachinas.