Título: Los auroros de Calahorra |
Más de cien personas se congregaban todos los días de fiesta, incluidos los domingos, en las puertas del Círculo Católico de la calle Raón de Calahorra -edificio cuya demolición fue un atentado al patrimonio calagurritano-, a eso de las cuatro de la madrugada. Recorrían las calles del casco viejo hasta la Casa Santa e iglesia de San Francisco desgranando el canto correspondiente. Y es que cada jornada, dependiendo de la festividad o santo del día que se celebrase, tenía su propia aurora. Las de los domingos llevaban una tonada que llamaban ordinaria; las de las fiestas mayores las cantaban con la tonada solemne.
Como bien se explica Magdalena, la siguiente aurora es una metáfora del rosario, con cincuenta cuentas que se corresponden a las avemarías -las cincuenta rosas del rosal- y cinco cuentas que son los cinco padrenuestros -los claveles-.
El rosal más hermoso que he visto
lo tiene María en su mano feliz
con cincuenta rosas muy hermosas
y cinco claveles para repartir.
Pero hay que advertir,
pero hay que advertir,
que el que quiera coger de estas flores
que venga conmigo, que voy al jardín.
Magdalena pertenecía a la extensa familia de Los Manús, la más activa familia calahorrana cuando llegaba la hora de rezar y cantar la aurora. Su padre José marcaba con el tilín tilín de la campanilla el interludio de las canciones y rezos. Le acompañaban sus hijos Ángel, Santiago con el acordeón, Magdalena, Pedro, Francisco, Apolonia, Antonia y Vicenta.
Año 1946. José Comas y María Marcilla celebrando sus bodas de oro con todos los Manús.
Otros auroros afamados fueron Manolo el Lunilla; Cayo el Cojo; Cándido, que aún recuerda las viejas canciones; y un curioso personaje apodado Pacoarregla, al que se le veía deambular de noche como un bohemio por las calles de Calahorra armado de un bastón terminado en un farolillo que él mismo se había fabricado.
Sangiago Comas Marcilla con la campanilla, Cándido García Escudero leyendo el cuaderno de las auroras y Pacoarregla iluminando las últimas horas de la noche con su famoso farolillo.
Título: Aurora de Todos los Santos. Tonada solemne |
Historia:
Los rosarios de la Aurora empezaron a prodigarse en España a partir del siglo XVIII. Tenían como finalidad asistir al rezo del rosario previo a la misa «de alba», a primera hora de la mañana, misa a la que acudían los labradores antes de iniciar su jornada de trabajo y también pobres y mendigos que por cierto pudor no aparecían en el culto ordinario. El recorrido de la comitiva era amplio, de tal manera que lo propios auroros llamaban con sus cantos a los labriegos que estaban a punto de levantarse de la cama para que con su canto, a modo de aviso, se incorporaran a la comitiva.
Una contrafacta muy popular en Calahorra y otras localidades cercanas como Viana, además de muchos lugares de España, torna a lo jocoso la melodía común de las auroras con una letra que refleja el carácter labriego del rosario y cierta crítica social:
El rosario de por las mañanas
es para los pobres que al campo se van
que los ricos se quedan en la cama
y estiran la pata como un animal.
Este remedo jocoso de la aurora se cantaba en otros escenarios como reuniones de amigos o en los bares.
En La Rioja han sido mucho más frecuentes los cantos de Auroras en las ciudades de La Rioja Baja: Calahorra, Arnedo, Cervera del Río Alhama -donde las llaman Campanillas-, Alfaro, Rincón de Soto, Igea, Munilla, Cornago y algunos pueblos más.
El 15 de febrero de 1844 el Ayuntamiento de Calahorra «concertó con Esteban Ribas que cantara la aurora y ayudara a la misa del alba de la Casa Santa, percibiendo un real y ocho maravedíes cada día de fiesta». Para esta fecha la celebración estaba muy asentada en la ciudad.
(Pedro Gutierrez Achútegui, Historia de la muy noble, antigua y leal ciudad de Calahorra, Ed. Ochoa, Logroño, 1981, página 257).
Bibliografía:
Libro de auroras, Cofradía de la Santa Vera Cruz, Calahorra, 1994.