Título: Las tres Marías |
Las tres Marías, grabado de Javier Jubera.
Localidad: Anguiano |
En un tiempo remoto tres damas, altas y hermosísimas, de larga y rizada cabellera, vestidas con largos trajes de tonos claros, aparecieron por los montes de Anguiano, muy cerca de un tejo milenario que se mantiene en pie agarrado firme a los riscos que bajan de Peña Agudilla. Desde ese lugar comenzaron a caminar juntas y sus pasos abrieron un camino hasta entonces desconocido. Como diría el poeta «hicieron camino al andar». Su trayectoria inicial era tendida, es decir ni hacia lo alto ni hacia el valle, en horizontal, plana; la vereda que abrieron bajo sus pies quedó limpia de vegetación, descubriendo la risca -así llaman en Anguiano al terreno pizarroso de aquellos parajes- que había bajo ella; los pies de aquellas tres damas, calzados con bellas flores moradas, escurrían un rocío milagroso que inyectó sabia nueva a las hayas de un lado y otro del camino, lo que las hizo crecer con más porte y elegancia; la hierba también fue impregnada de ese rocío maravilloso de tal manera que desde entonces las ovejas «se apegan a ella» y los pastores apenas consiguen apartarlas de allí. A esa vereda, que todavía puede distinguirse desde lejos por la línea que marcan las hayas, se la conoce con el nombre de La Vereda de las Tres Marías y discurre desde Valdesayón por unos términos que llaman La Verdigüela Bajera, El Cerro la Juana, El Quiñoncillo y Lombriazo.
Por ese camino tendido llegaron hasta un collado que hoy llaman de Las Tres Marías, lindero de Anguiano, Nieva de Cameros y El Rasillo. Allí decidieron separarse y para saber qué camino debían cada una tomar cogieron del suelo tres piedras grises. Se juntaron por última vez a los pies de un haya centenaria -que algunos vecinos de Nieva quieren reconocer hoy en día- y desde allí cada dama lanzó su piedra hacia el cielo, elevando el brazo con delicadeza. Las tres pudieron vislumbrar el lugar donde habían caído sus respectivas piedras y tomaron e iniciaron el camino que las separó definitivamente. En las huellas que iban dejando sus pies, crecía más densa la hierba y nacían flores de hermosa primavera: prímulas, nomeolvides y lirios morados. Una de ellas, la de piel más morena, descendió por el barranco del río Roñas y por un término que llaman Valdetejas, discurriendo por un terreno de «tierra centenera», es decir tierra débil en la que sólo se podía sembrar centeno. Pero sus pasos dejaron un surco de «tierra trigal», más fértil y cuyo rastro puede aún contemplarse con claridad.
¿Dónde fue a parar aquella hermosa dama? A lo que hoy es el monasterio de Valvanera, pues aquella no era sino la propia Virgen de Valvanera. Y las otras dos eran la de Lomos de Orio y la de Castejón.
Cuenta la leyenda que desde el collado de Las Tres Marías se pueden atisbar los tres santuarios, igual que las tres hermosas damas vieron el destino de sus moradas. Una copla ronda los pensamientos de los habitantes de toda la comarca:
La Virgen de Valvanera,
la Virgen de Castejón,
la Virgen de Lomos de Orio,
las tres hermanitas son.
Los pequeños retazos que nos han ido contando los mayores de Brieva, Nieva o Anguiano son piezas que encajan y componen una de las más hermosas leyendas de nuestra tierra. La vereda, el collado y el haya de las Tres Marías cobran vida cuando paseas por las cumbres del Serradero, confundiéndote en un todo armonioso con el paisaje, el bosque, el cierzo húmedo, el canto de los pájaros, el gruñir de los jabalíes, la berrea de los corzos y las palabras de nuestros mayores.