Título: El vino que sabe a francés |
Hay un cuento, más bien leyenda, típicamente riojano, que se repite en varios lugares: Durante la guerra de la Independencia algún soldado francés fue muerto a manos de un humilde campesino riojano, el cual, para no ser descubierto, metió al soldado en una cuba de vino. Con el paso del tiempo, los vecinos que iban a su bodega a probar el vino de las cubas fueron percatándose que el vino de una de ellas tenía un sabor especial, bastante bueno, por cierto. “Sí –les respondía el cosechero–, sabe a francés”. Cuando la cuba se vació todos pudieron comprobar que, efectivamente, allí estaban los restos del soldado.
Desde Calahorra –donde cuentan que en cada viña del monte Perdiguero hay un francés enterrado– hasta la esquina occidental de La Rioja se conocen leyendas muy parecidas.
Pedro Crespo nos completa la narración con lo que podría ser el preámbulo de la leyenda: cómo fue asesinado el soldado francés entre dos vecinos del pueblo, a golpe de podón, el podador de los sarmientos.
Con este podón -o uno idéntico- fue muerto el francés en las curvas de la entrada al pueblo.