Riojarchivo

 

Título: El trasnocho
Clasificación: Testimonios etnográficos
Localidad: Muro de Aguas
Informante: Teresa y Adela Pérez Ibáñez (31-12-1937)
Recopilador: Javier Asensio García
Lugar y fecha de grabación: Logroño, 13 de enero de 2010

 

El trasnocho era un hábito común de nuestro medio rural. Una vez recogida y vendida la cosecha, con la llegada del tiempo frío y los días cortos, las faenas de los labradores y pastores se aligeraban. Para los hombres era el tiempo de arreglar los aperos de labranza o de la pastoría; para las mujeres de hilar con la rueca y el huso, hacer punto, remendar, coser y bordar; para las mocitas casaderas de preparar el ajuar; y para la gente menuda, la de aprender las historias de los mayores.

En el invierno la noche se hacía larga y bien en las cuadras, al calor de los animales y sobre el lecho de paja, o en los zaguanes de las casas, las familias y vecinos se reunían en largos ratos de convivencia. Esos momentos favorecían el diálogo, el juego de cartas, el relato de hechos reales y también imaginarios como cuentos y leyendas. También el canto de canciones y romances en lentas cadencias, en unión familiar y armonía vecinal.

Los trasnochos empezaban para Todos Santos y solían terminar hacia la Semana Santa, aunque este periodo podía variar de un pueblo a otro, según el ritmo libre de la vida local y personal.

Trasnocho es una palabra típicamente riojana, en otros lugares del norte de España se le llama hila, filandeiro, jila, filandón, en clara alusión a esa característica actividad invernal y femenina de hilar la lana con la rueca y el huso. Hacia el sur de nuestra piel de toro la costumbre se va confundiendo con la de tomar la fresca en la calle o al sereno, algo que propicia el clima meridional, y los nombres se van tornando a serano o veladero. Solo nuestros vecinos más cercanos, los de comarcas limítrofes de Soria, Burgos, Álava y Navarra usan el mismo término de trasnocho.

Durante siglos la sencilla luz del candil de aceite iluminaba tenuemente la estancia donde tenía lugar la reunión. Después llegó el carburo y más tarde otros inventos que iban aportando cada vez más luz mientras la costumbre venía en decadencia. Pese a que desapareció de nuestro medio rural hemos tenido la fortuna de recoger muchos testimonios de esta costumbre y, sobre todo, de las narraciones que se contaban.


 

Informante: Virginia Alfaro Martínez (6-3-1929)
Recopilador: Javier Asensio García
Lugar y fecha de grabación: Muro de Aguas, 20 de febrero de 2000

 

«“Pues consistía en que venía ya octubre o así, como ya se había terminado la cosecha y todo eso, pues entonces ya se dedicaban, a donde se tenían los animales, bien serían cabras o lo que sería, o tenías un cuarto pequeño o donde sería, pues se echaba paja en el suelo para estar abrigas. Entonces era costumbre de llevar los silletes, que eran unos bancos hechos de enea y entonces se bajaba allí, se trasnochaba, se comentaba, se jugaba también a las cartas y estábamos, pues eso, primeramente con los candiles de aceite y había veces también que los apagaban para no gastar el aceite, porque entonces se andaba muy mal de todo, después ya vino el de carburo, y ya con el del carburo se escotaba todas y se compraba el carburo hasta que se acababa y se volvía a escotar otra vez y así se pasaba, pues hasta marzo o así se estaba en los trasnochos. Y se estaba muy bien porque venían en cuadrillas, y estaban las mozas que tenían ya novios o amigos pues venían, y a nosotras, a las pequeñas, no nos dejaban bajar más que los domingos, hasta que fuimos ya mayores no bajábamos a los trasnochos más que los domingos, nos mandaban a la cama, eso era ya cosa de mayores. Y se pasaba muy bien, porque después cogían y si habían tres o cuatro chicas cogían y se marchaban al trasnocho de tres o cuatro puertas más p’allí, que había otras compañeras o chicos. Y así se pasaba el invierno»”.