Título: El tesoro de La Modorra |
En tiempos lejanos pasó por el monte de La Modorra, en el límite de las jurisdicciones de Zarzosa y La Avellaneda, un burro cargado de oro. El burro era conducido por dos hombres, cada uno de un pueblo y tirado por sendos ramales. Félix nos cuenta que enterraron burro y tesoro y allí debe estar desde entonces, esperando que alguien vaya a desenterrarlo para hacerse rico, aunque quienes lo han intentado –y ahí están las excavaciones que lo prueban– no lo han conseguido. Resulta inútil que nadie lo intente: el burro cargado de oro no está allí, pero tanto los crédulos como los que no lo son han de saber que ese burro pasó por allí con dos arcas llenas de oro y joyas.
La veracidad de la leyenda
Esta leyenda tiene una gran parte de verdad. Resulta extremadamente sorprendente que hechos reales ocurridos en 1535 coincidan en gran parte con la narración que casi quinientos años después nos relató Félix: «se enterró un burro de oro con dos ramales». Porque, efectivamente, en aquel año del siglo XVI se produjo el saqueo de un tesoro, el del poblado visigodo de Bagibel, y parte del tesoro pasó por el monte de La Modorra a lomos de un burro.
Toda esta gran y sorprendente verdad la conocemos gracias a los trabajos de investigación del magnífico historiador de la comarca camerana que es Ernesto Reinares quien en un libro recientemente publicado nos desvela cómo el hasta ahora mal ubicado poblado visigodo de Bagibel se corresponde con el lugar de Santiuste en el río que desciende de Vadillos de Cameros y que en el año 1535 unos avezados cameranos descubrieron la necrópolis, la excavaron y hallaron en ella:
«perlas e ladrillos e monedas e cadenas, calderas, jarros o otras joyas de oro e de plata en grandísima cantidad de más de cient mil ducados y se lo llevaron».
Los saqueadores se repartieron el tesoro. Unos se quedaron en su tierra y otro llamado Pedro Carrillo, buhonero de la cercana localidad soriana de Yanguas, el más avezado de todos, huyó con su parte del tesoro. El señor de los Cameros tuvo noticia de estos hechos y puso una demanda contra los alcaldes de la comarca y contra los expoliadores. Los que se quedaron en su tierra hubieron de entregar el tesoro a Juan de Arellano, el señor de la comarca; de Pedro Carrillo no se supo nada «según las gentes, abandonó su tienda en la villa de yangüesa y huyó al reino de Aragón, razón por la que nunca compareció ante el juez ni fue encarcelado». Gracias a los variados testimonios que se presentaron en los jucios que se derivaron tenemos noticias precisas y preciosas sobre los hechos.
La leyenda se aproxima mucho a la realidad gracias a un testigo que por casualidad e ignorando lo que hacía ayudó en su huida al buhonero yangüés. Se trata de un vecino de San Román de Cameros de nombre Juan Martínez de Enciso que testifica lo siguiente:
«bolbiendo por el camino con una moza, allaron a Pero Carrillo en el Monte de Santiago, ques dos leguas de San Román anzia Yanguas, e lo allaron dormyendo en el suelo como hombre desbelado; e un asno que llevaba con dos arcas, descansando en el suelo, cargado e hechado en tierra. E como los sintió, se despertó e le dijeron que si quería que le ayudasen, y él dijo que sí. E ansí fueron a donde el asno estaba, y este testigo le dijo que le quitasen las arcas para lo lebantar y Pero Carrillo dixo que no, que sin descargar sería mejor levantarlo. E ansi anduvieron por lo lebantar e nunca podían, aunque el asno hera recio y bueno, y Pero Carrillo nunca quiso que lo descargasen, sino que lo levantasen cargado. E ansi, asiendo Pero Carrillo de un cabo e la moza por otro y este testigo por el otro lo levantaron, y levantando empezó a caminar. E después desto, este testigo tiene por muy cierto e aberiguado que Carrillo en las arcas llevaba parte del tesoro.»
El camino que siguió Pedro Carrillo, desde el río de Vadillos hasta su pueblo, Yanguas, pasa, como dice este testigo, por el Monte de Santiago y bordea Monterreal. Pasó, como dice Félix -nuestro informante del siglo XXI- con un burro cargado de oro y la escena en la que entre tres levantan el burro caído se parece mucho al relato de Félix en que dos personajes tiran cada uno de un ramal del burro.
Una vez más las leyendas, si no dan certeramente en la diana de la realidad a veces se aproximan mucho, tal es este caso. Este juicio debió causar mucha polvareda en la comarca, por lo tanto no es de extrañar que se desatase la fiebre del oro en muchos lugares, fiebre que duró varios siglos y que todavía perdura, hasta hace poco tiempo bajo la creencia de que en ciertos yacimientos, considerados generalmente como lugares donde vivieron «los moros», hay grandes tesoros escondidos, que enterraron antes de su expulsión; en la actualidad delincuentes que con detectores de metales se dedican a explorar yacimientos arqueológicos documentados.
Bibliografía:
- Ernesto Reinares Martínez, Hidalgos, pecheros y malhechores. Del mito a la realidad histórica, Amigos de San Román – Ayuntamiento de San Román, Logroño, 2016. El capítulo del tesoro de Bagibel va de la página 43 a la 68.