Los lobos, devoradores del ganado, eran perseguidos. El que conseguía matar a una de estas alimañas vaciaba sus tripas y las llenaba de paja. Con el animal atravesado por un palo, el cazador recorría los pueblos cercanos buscando una recompensa económica.

Lucas no fue el único lobero de Villoslada. El oficio venía ejerciéndose de antiguo por gentes semiprofesionales. En las cuentas del Catastro del Marqués de la Ensenada de mediados del siglo XVIII se dice de Villoslada:

«Idem doscientos veinte reales que con la misma regulación importan los gastos y sueldo que se paga por recorrer los montes para limpiarlos de animales nocivos y de lo que se atribuye por cada lobo que se mata.»

Ruperto Juan González, guarda municipal de Brieva de Cameros, mató con veneno un lobo y lo lució sin desollar en la plaza del pueblo. Lo fue paseando por los pueblos cercanos pidiendo dinero y con lo que consiguió se compró un caballo al que llamó Peseta. La noticia fue publicada en la revista El Najerilla. Esta fotografía es de las pocas que se conservan de este ancestral oficio. Cortesía de José Mari Blázquez Durán.