Título: El crimen de la estanquera de Zaragoza |
Zaragoza entera llora consternada
por el crimen que ocurrió recientemente,
en el que fue horriblemente asesinada
una bella joven alevosamente.
En un estanco de la calle del Coso
penetraron en él unos pistoleros,
amenazando de muerte a la estanquera
obligándole a entregar todo el dinero.
Y la sobrina con grande arrojo
hacia la calle pronto salió,
pidiendo auxilio, pero en la puerta
un pistolero la asesinó.
La pobrecita Isabel Miranda Rojas
era joven, muy amable y cariñosa
de la dueña del estanco era sobrina
y por todos estimada en Zaragoza.
Veintitrés años contaba la muchacha
y gozaba de una espléndida salud.
Han venido unos ladrones sin entrañas
a estropear su linda juventud.
Isabelita ¡qué horrible muerte!
Es doloroso tu triste fin.
Tú que en la vida fuiste tan buena
no merecías morir así.
Felipa Vega nació y vivió en Galilea hasta que cumplidos los 18 años se casó y fue a vivir a Calahorra «a vivir de la tierra», como decía ella. Durante su infancia en Galilea conoció a los ciegos vendedores de coplas que iban cantando con su guitarra los crímenes más recientes. No tendría ni diez años cuando en Zaragoza se produjo un robo en un estanco de la calle del Coso con un resultado fatal: la joven estanquera llamada Isabel Miranda Rojas salió a la calle a pedir ayuda y uno de los ladrones le disparó causándole la muerte. Este hecho conmocionó a toda la ciudad. Por entonces algunos ciegos tocadores de guitarra divulgaban las noticias cantando y vendiendo los versos en papel a la audiencia. Poco tiempo pasaría desde que se cometió el crimen hasta la llegada del músico ciego a Galilea, donde Felipa tuvo la oportunidad de escucharlo y aprenderlo. Estos invidentes no eran compositores de coplas sino que había algún poeta semiprofesional no necesariamente ciego que componía de inmediato el romance para ser divulgado. Con ello los ciegos tenían garantizada una pequeña parte de su sustento.