Título: El crimen de Igea |
En el año 1899 Catalina Muñoz, de Igea, envenenó a su marido Florencio Echave para fugarse con su amante, El Trabas. Catalina y el Trabas fueron detenidos y juzgados en Logroño y más tarde ajusticiados a garrote vil en la plaza pública de Cervera del Río Alhama que por entonces era cabeza de partido judicial.
Entre algunos informantes actuales se recogen muchas anécdotas sobre este famoso crimen pues el ajusticiamiento fue visto por muchas personas y el testimonio fue trasmitido a sus descendientes. Entre las anécdotas que hemos recogido citamos las de estas informantes de Villarroya que cuentan cómo de este pueblo salieron con prisa varias personas para ver la ejecución y que por el camino se encontraron con una comitiva en la que iba El Trabas quien les dijo que no se dieran prisa, que hasta que no llegase él no iba a haber nada.
En el año 1899 se publicó en Calahorra (tipografía de A. Palacios) un pliego donde se recogían en metro romance todos los detalles del suceso. El romance responde al prototipo de los llamados de ciego o de cordel y tuvo gran difusión. Hemos recogido muchos testimonios no solo en las comarcas del Alhama y el Linares sino también en las del Cidacos. Los famosos versos de
En la provincia de Logroño y partido de Cervera
hay un lugar entre montes llamado pueblo de Igea…
aún son conocidos en pueblos limítrofes de las provincias de Soria y Navarra.
El testimonio de Villarroya aporta la peculiaridad de recordarse cantado pues lo habitual es ser simplemente recitado.
Reproducimos el texto íntegro del pliego original.
Nuevo y lastimoso romance en el que se declaran las dos ejecuciones de la pena de muerte a Lucio Álvarez y Catalina Muñoz, en Cervera del Río Alhama, día 18 de diciembre de 1899, por envenenamiento a Florencio Echave.
Santo Cristo del Perdón, glorioso San Gil, Santa Ana
pido vuestra protección para escribir estas planas.
En provincia de Logroño y partido de Cervera
hay un lugar entre montes llamado pueblo de Igea.
Habitaba en dicho pueblo un matrimonio en unión
llamados Florencio Echave y Catalina Muñoz.
La Catalina tenía ojos grandes y expresivos
pero un alma muy malvada para odiar a su marido.
Lucio Álvares El Trabas a Catalina buscó
y ésta escuchó sus palabras y a su marido faltó.
Las primeras relaciones en Igea las tuvieron
y envenenar al marido pronto los dos decidieron.
Los parientes de Florencio le dicen de esta manera:
para evitar grandes males vivid en Valdemadera.
En este pueblo llevaron una vida algo tranquila
hasta que escribió una carta el Lucio a la Catalina.
Recordaba sus amores la carta que le escribió
y a los dos días siguientes Lucio allí se presentó.
El día cinco de julio mezcló bien la Catalina
en un puchero de arroz gran cantidad de estricnina.
Para ver si era bastante la cantidad de estricnina
de aquel alimento dio a un perro que allí tenía.
El animal lo comió y al campo se fue enseguida
muriendo el pobre animal según se vio al otro día.
Un cuervo comió del perro y también se envenenó
y a pocos pasos del perro el cuervo muerto se quedó.
El día seis de julio Catalina preparó
el arroz a su marido y ésta al campo lo llevó.
A eso de las once y media tomó parte de comida
y pronto experimentó efectos de la estricnina.
Quedó el pobre envenenado lanzando tristes clamores
y acudieron en su auxilio cuatro o cinco segadores.
–Florencio ¿qué te sucede? Nos alarmas con tus voces
ya no te apures por nada que aquí estamos con las hoces.
–Por si muriese al momento declaro muy convencido
que un veneno, Catalina en mi cómida ha metido,
por sus amores con Lucio hace tiempos que sospecho
que me había de matar con algún malvado hecho.
No siento más que me mata la infiel de mi mujer
guiada por un paisano que amigo y vecino fue.
Yo le perdoné sus faltas y la separé del vicio,
su amante y ella me matan por mi noble sacrificio.
No puedo seguir ya más se me parte el corazón
al ver que mis hijos quedan sin padre por vil traición.
El veneno en mis entrañas ya siento que me devora,
dadme aceite si tenéis para vivir unas horas.
Yo declararé ante el juez lo que sufrí de casado
y que Lucio y mi mujer con veneno me han matado–.
Los segadores presentes el aceite con agrado
pronto a Florencio le dieron y a su casa lo llevaron.
Al ver a su esposo vivo la malvada Catalina
le dio agua y aguardiente mezclado con estricnina.
él lo tomó presuroso por si acaso le aliviaba
y pronto encontró la muerte que su esposa deseaba.
Y para ocultar su crimen Catalina diligente
mandó tirar el arroz y el agua con aguardiente.
El médico sospechó la muerte por el veneno
y al juez lo comunicó y la autopsia lo hizo bueno.
Juicio oral se celebró hacia mediado de mayo,
juicio oral se celebró en Logroño por jurado.
El veredicto que dio el respetable jurado
fue Lucio y Catalina a Florencio envenenaron.
Contrariada Catalina val momento que la oyó
comenzó a soltar gemidos y al punto se desmayó.
Y por el contrario, Lucio lleno de rabia y furor
a los jurados miraba con gesto amenazador.
El tribunal sentenció que en Cervera del Río Alhama
fueran ahorcados Lucio Álvarez y Catalina, su amada.
El clero y autoridades gestionaron el indulto
no se pudo conseguir y Cervera tuvo luto.
De la cárcel de Logroño a Cervera los mandaron
hasta Alfaro por el tren y hasta la villa en un carro.
A las cuatro de la tarde día de Santa Lucia
penetraron en Cervera el Lucio y la Catalina.
Lucio fumaba un cigarro y al público saludaba
Catalina con su manto completa se tapaba.
Ingresaron en la cárcel y el domingo diez y siete
los pusieron en capilla para el lunes darles muerte.
La Catalina mostró un gran arrepentimiento
confesó todas sus faltas de las que hizo sentimiento.
Para arrepentirse, Lucio pidió mucho favor
dar la mano a Catalina como prueba de su amor.
Una vez arrepentido se confesó sin tardar
y a Catalina le dijo: –Hasta el valle de Josafat.
El diez y ocho de diciembre a las ocho poco menos
los sacaron de la cárcel a esos desgraciados reos.
Catalina iba diciendo entre sus tristes gemidos:
Por este malvado Trabas envenené a mi marido.
En la puerta de la cárcel a dos carros los subieron
y en medio de sacerdotes a las dos al cadalso fueron.
Lucio subió la escalera solo y bastante ligero
y a un sacerdote pidió papel más un lapicero.
Encima de la rodilla se ignora lo que escribió
pues bien doblado el papel al sacerdote volvió.
De pie en mitad del tablado dijo ante toda la gente:
–Perdonadme, hermanos míos, puesto que muero inocente.
Y a la juventud encargo que procure de no hacer
actos que pueda llevar a tan fuerte padecer.
Ya se sentó en el banquillo y dijo que estaba alto
Que para posarse él que lo bajaran un tanto.
Desclavaron el asiento y ocasionó la parada
hicieron otro más bajo y tampoco le agradaba.
Un cigarro que pidió el sacerdote le dio
y en aquel tan triste instante el Trabas se sonrió.
Viendo la poca intención de recibir muerte el reo
seis hombres lo sujetaron y en la argolla lo metieron
A unos maltrató a bocados a otros con los pies hirió
y Lucio en aquel instante de aquella forma murió.
Catalina hasta entonces en el carro se encontraba
por su gran resignación la compasión se ganaba.
Con dos sacerdotes sube las gradas de otro tablado
y después que se sentó estas palabras ha hablado:
–Perdonadme, mis hermanos, tengo sentimiento grande
y de dar muerte a mi esposo me reconozco culpable.
Pedid por mi alma a Dios por mis hijos que dejo solos
que yo pediré por todos a Dios todopoderoso.
A todo el público ruego que le recen una salve
a la patrona del Monte, Cristo del Perdón y Carmen.
Así murió Catalina con gran arrepentimiento
del crimen que cometió en desgraciado momento.