Riojarchivo

 

Título: El crimen de Igea
Clasificación: Romancero
Localidad: Villarroya Montellano
Informantes: Concha Jiménez Abad (13-6-1937), Consuelo Jiménez Galán (28-8-1928) y María Ramos Pérez Calvo (8-4-1933).
Recopilador: Javier Asensio García
Lugar y fecha de grabación: Villarroya Montellano, 5 de septiembre de 1999

 

En el año 1899 Catalina Muñoz, de Igea, envenenó a su marido Florencio Echave para fugarse con su amante, El Trabas. Catalina y el Trabas fueron detenidos y juzgados en Logroño y más tarde ajusticiados a garrote vil en la plaza pública de Cervera del Río Alhama que por entonces era cabeza de partido judicial.

Entre algunos informantes actuales se recogen muchas anécdotas sobre este famoso crimen pues el ajusticiamiento fue visto por muchas personas y el testimonio fue trasmitido a sus descendientes. Entre las anécdotas que hemos recogido citamos las de estas informantes de Villarroya que cuentan cómo de este pueblo salieron con prisa varias personas para ver la ejecución y que por el camino se encontraron con una comitiva en la que iba El Trabas quien les dijo que no se dieran prisa, que hasta que no llegase él no iba a haber nada.

En el año 1899 se publicó en Calahorra (tipografía de A. Palacios) un pliego donde se recogían en metro romance todos los detalles del suceso. El romance responde al prototipo de los llamados de ciego o de cordel y tuvo gran difusión. Hemos recogido muchos testimonios no solo en las comarcas del Alhama y el Linares sino también en las del Cidacos. Los famosos versos de

En la provincia de Logroño     y partido de Cervera
hay un lugar entre montes     llamado pueblo de Igea…
aún son conocidos en pueblos limítrofes de las provincias de Soria y Navarra.

El testimonio de Villarroya aporta la peculiaridad de recordarse cantado pues lo habitual es ser simplemente recitado.

Reproducimos el texto íntegro del pliego original.

Nuevo y lastimoso romance en el que se declaran las dos ejecuciones de la pena de muerte a Lucio Álvarez y Catalina Muñoz, en Cervera del Río Alhama, día 18 de diciembre de 1899, por envenenamiento a Florencio Echave.

Santo Cristo del Perdón,     glorioso San Gil, Santa Ana
pido vuestra protección      para escribir estas planas.
En provincia de Logroño      y partido de Cervera
hay un lugar entre montes     llamado pueblo de Igea.
Habitaba en dicho pueblo     un matrimonio en unión
llamados Florencio Echave     y Catalina Muñoz.
La Catalina tenía ojos     grandes y expresivos
pero un alma muy malvada     para odiar a su marido.
Lucio Álvares El Trabas     a Catalina buscó
y ésta escuchó sus palabras     y a su marido faltó.
Las primeras relaciones     en Igea las tuvieron
y envenenar al marido     pronto los dos decidieron.
Los parientes de Florencio     le dicen de esta manera:
para evitar grandes males     vivid en Valdemadera.
En este pueblo llevaron     una vida algo tranquila
hasta que escribió una carta     el Lucio a la Catalina.
Recordaba sus amores     la carta que le escribió
y a los dos días siguientes     Lucio allí se presentó.
El día cinco de julio     mezcló bien la Catalina
en un puchero de arroz     gran cantidad de estricnina.
Para ver si era bastante     la cantidad de estricnina
de aquel alimento dio     a un perro que allí tenía.
El animal lo comió     y al campo se fue enseguida
muriendo el pobre animal     según se vio al otro día.
Un cuervo comió del perro     y también se envenenó
y a pocos pasos del perro     el cuervo muerto se quedó.
El día seis de julio     Catalina preparó
el arroz a su marido     y ésta al campo lo llevó.
A eso de las once y media     tomó parte de comida
y pronto experimentó     efectos de la estricnina.
Quedó el pobre envenenado     lanzando tristes clamores
y acudieron en su auxilio     cuatro o cinco segadores.
–Florencio ¿qué te sucede?     Nos alarmas con tus voces
ya no te apures por nada     que aquí estamos con las hoces.
–Por si muriese al momento     declaro muy convencido
que un veneno, Catalina     en mi cómida ha metido,
por sus amores con Lucio     hace tiempos que sospecho
que me había de matar     con algún malvado hecho.
No siento más que me mata     la infiel de mi mujer
guiada por un paisano     que amigo y vecino fue.
Yo le perdoné sus faltas     y la separé del vicio,
su amante y ella me matan     por mi noble sacrificio.
No puedo seguir ya más     se me parte el corazón
al ver que mis hijos quedan     sin padre por vil traición.
El veneno en mis entrañas     ya siento que me devora,
dadme aceite si tenéis     para vivir unas horas.
Yo declararé ante el juez     lo que sufrí de casado
y que Lucio y mi mujer     con veneno me han matado–.
Los segadores presentes     el aceite con agrado
pronto a Florencio le dieron     y a su casa lo llevaron.
Al ver a su esposo vivo     la malvada Catalina
le dio agua y aguardiente     mezclado con estricnina.
él lo tomó presuroso     por si acaso le aliviaba
y pronto encontró la muerte     que su esposa deseaba.
Y para ocultar su crimen     Catalina diligente
mandó tirar el arroz     y el agua con aguardiente.
El médico sospechó     la muerte por el veneno
y al juez lo comunicó     y la autopsia lo hizo bueno.
Juicio oral se celebró     hacia mediado de mayo,
juicio oral se celebró     en Logroño por jurado.
El veredicto que dio     el respetable jurado
fue Lucio y Catalina     a Florencio envenenaron.
Contrariada Catalina val momento que la oyó
comenzó a soltar gemidos     y al punto se desmayó.
Y por el contrario, Lucio     lleno de rabia y furor
a los jurados miraba     con gesto amenazador.
El tribunal sentenció     que en Cervera del Río Alhama
fueran ahorcados Lucio Álvarez     y Catalina, su amada.
El clero y autoridades     gestionaron el indulto
no se pudo conseguir     y Cervera tuvo luto.
De la cárcel de Logroño     a Cervera los mandaron
hasta Alfaro por el tren     y hasta la villa en un carro.
A las cuatro de la tarde     día de Santa Lucia
penetraron en Cervera     el Lucio y la Catalina.
Lucio fumaba un cigarro     y al público saludaba
Catalina con su manto     completa se tapaba.
Ingresaron en la cárcel     y el domingo diez y siete
los pusieron en capilla     para el lunes darles muerte.
La Catalina mostró     un gran arrepentimiento
confesó todas sus faltas     de las que hizo sentimiento.
Para arrepentirse, Lucio     pidió mucho favor
dar la mano a Catalina     como prueba de su amor.
Una vez arrepentido     se confesó sin tardar
y a Catalina le dijo:     –Hasta el valle de Josafat.
El diez y ocho de diciembre     a las ocho poco menos
los sacaron de la cárcel     a esos desgraciados reos.
Catalina iba diciendo     entre sus tristes gemidos:
Por este malvado Trabas     envenené a mi marido.
En la puerta de la cárcel     a dos carros los subieron
y en medio de sacerdotes     a las dos al cadalso fueron.
Lucio subió la escalera     solo y bastante ligero
y a un sacerdote pidió     papel más un lapicero.
Encima de la rodilla     se ignora lo que escribió
pues bien doblado el papel     al sacerdote volvió.
De pie en mitad del tablado     dijo ante toda la gente:
–Perdonadme, hermanos míos,     puesto que muero inocente.
Y a la juventud encargo     que procure de no hacer
actos que pueda llevar     a tan fuerte padecer.
Ya se sentó en el banquillo     y dijo que estaba alto
Que para posarse él     que lo bajaran un tanto.
Desclavaron el asiento     y ocasionó la parada
hicieron otro más bajo     y tampoco le agradaba.
Un cigarro que pidió     el sacerdote le dio
y en aquel tan triste instante     el Trabas se sonrió.
Viendo la poca intención     de recibir muerte el reo
seis hombres lo sujetaron     y en la argolla lo metieron
A unos maltrató a bocados     a otros con los pies hirió
y Lucio en aquel instante     de aquella forma murió.
Catalina hasta entonces     en el carro se encontraba
por su gran resignación     la compasión se ganaba.
Con dos sacerdotes sube     las gradas de otro tablado
y después que se sentó     estas palabras ha hablado:
–Perdonadme, mis hermanos,     tengo sentimiento grande
y de dar muerte a mi esposo     me reconozco culpable.
Pedid por mi alma a Dios     por mis hijos que dejo solos
que yo pediré por todos     a Dios todopoderoso.
A todo el público ruego     que le recen una salve
a la patrona del Monte,     Cristo del Perdón y Carmen.
Así murió Catalina     con gran arrepentimiento
del crimen que cometió     en desgraciado momento.

 

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