Título: La hermana cautiva IV |
El veinticinco de mayo, al pasar por morería
oí cantar a una mora al pie de una fuentecita.
–Buenos días tenga, mora. –Felices los tenga usía.
–Dejas beber al caballo de estas aguas cristalinas.
–Oiga usted, buen caballeros, yo soy morita cautiva,
me cautivaron los moros el día Pascua Florida.
–Si quieres venirte a España. –Yo de buena gana iría,
¿y los trapos que yo lavo, dónde los colocaría?
–Todos los que valgan algo, aquí en mi caballería
y los que nada no valgan, del río abajo los tiras–.
Y al llegar ya a la frontera la morita se reía.
–¿De qué te ríes, mi cielo, de qué te ríes, mi vida,
de qué te ríes, mi amor, de qué te ríes, morita.
–No me río del caballo, tampoco del que lo guía,
me río porque he llegado a tierra que soy nacida–.
Y al llegar a la frontera la morita ya suspira.
–¿Por qué suspiras, mi cielo, por qué suspiras, mi vida?
–¡Cómo no he de suspirar siendo aquí donde vivía
con mi padre el madrileño y mi madre en compañía!
–¿Cómo se llaman tus padres?–. La morita así decía:
–Mi madre se llama Ana, mi padre Juan de la Oliva
y un hermanito que tengo se llama José María.
–¡Válgame el Dios de los cielos y hasta la Virgen María
que en vez de traer a una mora traigo a una hermanita mía!
Padre, me abra usted las puertas, balcones y galerías
que aquí les traigo a la rosa que lloraba noche y día.
Bibliografía:
- Ramón Menéndez Pidal, «Supervicencia del poema de Kudrun (Orígenes de la balada)» en Revista de filología hispana, 1933, tomo XX, páginas 1-59.