Título: El conde don Veremundo y la doncella de Arnedo |
Es notorio que esta canción grosera es de composición moderna, a ciencia cierta compuesta por un hombre, y que rodó entre el mocerío masculino en juergas de quintos o de tabernas. El cancionero obsceno no aparece en la bibliografía dedicada al folklore ya que los informantes han sido reacios a cantar este tipo de canciones y los folkloristas no han demostrado excesivo interés en su colecta. Hay que tener en cuenta que en más de una ocasión han sido sacerdotes quienes han hecho la labor de recogida, lo que añadía un doble impedimento: ni el informante se atrevía a cantar cosas indecentes ni el cura -o el folklorista pacato- estaba por la labor de preguntar por estos temas. Pese a la dificultad de encontrar paralelos en la bibliografía folklórica, nuestra experiencia nos dice que el motivo final ha circulado en canciones de variado tipo y tiene cierta antigüedad. Hemos oído en más de una ocasión el asunto de la mujer que muere violada y la duda sobre la causa de su muerte: «si del placer o la dicha o de los metros del picha…»
Entre peñas y escondido, de rica prosapia y noble,
se halla un pueblo acojonado por la leyenda del roble.
Tenía un castillo feudal de múltiples torreones,
era un castillo feudal de mil pares de cojones,
lo habitaba don Veremundo, hombre feudal y algo rudo
que en cuanto se encabronaba daba por culo a todo el mundo.
Cortejaba a una doncella de carnes duras y prietas,
una gachí cojonuda y de exhuberantes tetas.
Salió el conde a guerrear por las montañas de Arnedo
y vieron a su doncella que se metía el dedo,
se la llevaron a Robres, le sujetaron los brazos
y don Veremundo el noble le sacudió tres polvazos.
Nadie sabe a ciencia cierta de qué cojones murió
si del placer o la dicha
o de los metros del picha que el conde le endiñó.