Título: El sermón de San Ponciano |
Marino Aguado fue músico y personaje singular de La Villa de Ocón. Animoso acordeonista en fiestas y veladas se atrevía a coger cualquier instrumento que –como él decía- “se pueda tocar con un cigarro en la boca”. En consecuencia, también era pianista y tocaba el laúd, el violín, la guitarra y oficiaba como organista en la parroquia de su pueblo.
En los bajos de su casa montó un bar-cocina que era lugar de encuentro y reunión de todos los vecinos. Muchos días, por aquello de honrar a san queremos, tras la ronda de vinos de media tarde y el personal entonado terminaban en la bajera de Marino y preparaban una cena espontánea acompañada de farra, hasta la madrugada, en la que no faltaba el vino ni los sones de su acordeón.
Hombre ingenioso e inteligente donde los hubiera siempre estaba dispuesto para el chiste y la ocurrencia. No vamos a contar aquí las múltiples anécdotas de este hombre, baste decir que en muchas de esas reuniones los contertulios le pedían que “echara” el sermón de San Ponciano y él accedía gustoso: “Mejor -decía- así toco menos” y con ademanes de cura en púlpito se arrancaba con aquello de “Y vosotras, mujeres elegantes, ¿por qué lleváis los pechos tan colgantes?”
Antes de morir, su hijo Miguel Ángel tuvo la buena ocurrencia de grabar a su padre en una cinta casete, no solo el sermón sino varias piezas musicales, cinta que conserva como un tesoro y no es para menos ya que el lenguaje usado en el sermón y la realidad que éste dibuja nos traen interesantes recuerdos de costumbres y modos de vida ya olvidados. El sermón debió componerse a finales del siglo XIX, seguramente para ser lanzado a los cuatro vientos en época de carnaval pues era costumbre de ese tiempo festivo, en el que se subvierte el orden normal de las cosas, que los humildes aldeanos parodiasen las liturgias comunes de la iglesia.
San Ponciano es un santo poco conocido pero tiene cierta presencia en la tradición riojana como objeto de chanza. De sus milagros dice un refrán: “San Ponciano, que con agua y tierra hace barro”. En El Villar de Arnedo se cuenta que Dios lo mandó a Pradejón para enseñar a sus habitantes a hacer turrón de tira, dulce típico de esta villa.
El sermón de San Ponciano contiene, por tanto, una pequeña dosis de guasa dirigida a los pradejoneros y sus costumbres.
SERMóN PREDICADO POR EL PADRE PENCAS DE LA CONGREGACIóN DE TEATINOS EN LA VILLA DE PRADEJóN. AñO 1550 DE LA ERA CRISTIANA
Y vosotras, mujeres elegantes,
¿por qué lleváis los pechos tan colgantes?
Y vosotras, muchachas casaderas,
¿por qué lleváis postizas las caderas?
Y vosotros, mamelucos que las admiráis
¿por qué tan pronto de ellas os prendáis?
Palabras del padre fray Bartolo
que predicaba moviendo un brazo solo,
compañero del padre Pistolete
que tenía una verruga en el ojete.
¡Carísimos hermanos!,
que os coman las narices los gusanos.
¡Ilustre Ayuntamiento!,
con menos talento que un jumento.
¡Amados oyentes!,
que os caigan las muelas y los dientes.
¡Mujeres que asistís a esta misa!,
con la cara de bobas que da risa
y por no gastar un céntimo en candelas
«traís» a vuestros hijos con dos velas.
¡Niños que en la iglesia dais sofoco!,
y otra cosa no dejáis que caca y moco.
¡Chicas y chicos que asistís
a oír la Santa misa y no la oís!,
pues en vez de rezar, siempre hay chulo
que a las chicas las da pellizcos en el culo.
Oyentes en general:
Hoy celebra este pueblo a San Ponciano
con música, procesión y con cohetes,
con gaita y volteo de campanas
en lo cual os gastáis buenos duretes. (1)
Todo lo que hacéis por este santo
os lo premia con muy buenas cosechas
de patatas, tomates y de nabos,
rábanos, guindillas y de berzas. (2)
Estoy muy satisfecho, mis amados,
de que hoy no os dormís como otros días
y escucháis con cara de embobados
y gran estupidez mis teorías.
Hoy tan sólo me queda un disgustillo
de que este pueblo por bruto siempre hierra
y es que al pedir para el santo el monaguillo
en la bandeja no ha salido ni una perra.
En cambio en la taberna os meteréis
y allí os pondréis como jumentos
y después que la bolsa “vacearéis”
por esas calles marcharéis a tientos.
¡De modo que tenéis más devoción
más que a vuestro querido patrono San Ponciano
a las cubas del “tío Verrugón”
como si en ellas estuviese el grano!
También he notado con disgusto
y os lo diré, carísimas hermanas,
porque yo soy muy claro y no me asusto
que entre vosotras hay muchas marranas.
Hace poco, al pasar la procesión
por las calles que huelen y no a rosas
llevando las reliquias del patrón
por vosotras han pasado muchas cosas.
Y hoy he ensuciado mis zapatos de charol
que es lástima lo malos que han quedado,
el monaguillo pisó en blando y ha roto el farol
porque en una gran mierda ha resbalado,
todo el mundo las narices se ha tapado
para no resistir el olorcillo
y el santo ha quedado estropeado,
mirarlo cómo está, todo amarillo.
Es lástima que vengan forasteros
a presenciar los fuegos y la traca
y sin verlos marchen lastimeros
huyendo del olor de tanta caca.
Además, al pasar yo con el santo
por la calle del «tío Chocolatero»,
la mujer ha vaciado no sé cuánto
no sé si es orinal o fregadero.
¡Pidamos, hijos míos, con fervor
a nuestro querido patrono San Ponciano
pa que mire a este pueblo con amor
haciendo que no sea tan marrano!
Y para implorar mejor sus gracias
en memoria de este hermoso día,
hijos míos, poneros a sus plantas
y decidle conmigo ¡Ave María!
Y vosotras, niñas, que tenéis cara de bobas
no imitéis en nada a vuestras madres,
procurad comprar buenas escobas
para barrer la inmundicia de las calles.
Palabras del padre fray Portillos
que llevaba siempre rotos los bolsillos,
compañero del padre fray Limones
que solía ensuciarse en los calzones.
En este día, ¡carísimos hermanos!,
en que todo convida al regocijo,
de los pueblos acuden los parientes
y nos limpian las despensas hoy de fijo.
En honor del santo, los pellejos
se trasiegan con amor a las barrigas
y lo mismo jóvenes que viejos
os cogéis filoseras como vigas.
En este día cometéis muchos excesos
que el santo reprenderos me lo encarga,
los chicos a las chicas las dais besos
y las madres las hacen vista larga.
Y vosotras, mujeres del demonio,
que a vuestras hijas tenéis abandonadas
para ver si así encuentran matrimonio,
no dejéis que las hagan más monadas.
Aunque también debiera prohibirse
esos chulos que el gaitero toca (3)
pues aunque hace a la gente divertirsen
los chicos y chicas se sofocan
y a fuerza de tanta agitación
como esos bailes revoltosos causan
ellas hasta pierden la razón
y ellos al instante se propasan.
Fábula:
Decía San Juan Nepomuceno,
¡oh, jóvenes, no bailéis el agarrado, (4)
porque al veros bailar así, me temo
que ese baile el diablo lo ha inventado!
¡Bailad a dos metros de distancia!,
sin juntaros al hombre para nada
que demostráis mucha más gracia
que no la otra forma maliciada.
¡Oh, madres, castigad esos excesos,
poned fin y mano dura a esos desmanes
pues no se oyen más que besos
en la calle entre damas y galanes.
No le dejéis que corteje en la cocina,
ni en la sala, ni tampoco en el portal,
ni que pasen al portal de la vecina
porque podrá sucederles algún mal.
Que corteje el galán desde la calle,
ella de la ventana más alta de la casa
así no estropeará su talle
ni él con las manitas se propasa.
Si la cosa estuviera adelantada
y los novios fueran ya dos tortolitos,
la madre debe estar sobreavisada
sin dejar que se pongan muy juntitos.
Sí, hijas mías, procurad
que vuestras acciones sean castas
y ahora, hijas mías, escuchad,
voy a reprenderos vuestras faltas.
¿Por qué trocáis, hijas mías, vuestros ojos
cuando veis al muchacho a quien amáis?
¿No veis que le ponéis muy malicioso?
¿No comprendéis el daño que causáis?
¿No veis que aunque el hombre sea un santo,
al sentir esas pícaras miradas
se emociona y altera tanto, tanto
que a veces no se da cuenta de nada?
¿Por qué lleváis los trajes descosidos
o rotos, que pal caso es igual?,
¿es que al vestiros tomáis mal las medidas
o la modista os hizo el traje mal?
No llevéis el traje descosido ni roto
pues dice San Antón que por cada “aujero” del vestido
penetra siempre el ojo del demonio.
¿Por qué lleváis las caras tan pintadas
con polvos que os hacen molineras?
¿No veis que os ponéis así muy raras?,
pues parecen vuestras caras dos yeseras.
No os pintéis, hijas mías, no os pintéis
porque lo natural es siempre lo mejor
y pintándoos así engañaréis
y el engañar lo prohíbe siempre Dios.
También lleváis los pechos abultados
con trapos y papeles que os metéis
pues mintiendo hacéis ver a los muchachos
que tenéis lo que acaso no tenéis.
¿Por qué hacéis estas cosas, hijas mías?
¿No veis que aunque pique en el anzuelo
algún pez que os guste y llegue el día
que el engaño se descubra sin recelo?
¿No veis que el marido que pescáis,
sufriendo decepción tras decepción,
disgustado del día que os caseis
se encomienda a san Palermo?
Y con razón.
No seáis más chismosas noveleras,
ahora me dirijo a las casadas,
si es que yo he de decir las cosas claras.
¿Por qué gastáis en lujo y elegancia
lo que acaso os hace falta para pan,
gastando en un vestido la ganancia
que cobra cada mes vuestro galán?
Muchas veces por los chismes noveleros
los maridos cuando vuelven del trabajo
se encuentran requemados los pucheros
y se arma un alboroto del badajo.
Muchas veces por andar de ceca y meca
donde no os importa ni os llaman
el marido encuentra seca la comida
y acaso sin hacer hasta la cama.
¿Por qué andáis en corrillos por las calles
cortándole chalecos a cualquiera
y lo mismo en barullos que en los bailes
tenéis bien afilada la tijera?
¿No veis que inventáis muchas mentiras
y armáis unos líos endiablados?
Con que si Luisa va enseñando hasta las ligas,
con que si Juana y su Juan van abrazados,
de que si Andrea corteja en calle oscura,
que si fulana debe estar embarazada.
Y así “mulmuráis” hasta del cura
dejándonos la chupa bien cortada.
¡Cuánto mejor que imitéis a vuestras abuelas
que siendo más trabajadoras que vosotras
solían llevar, como sabéis, unos trajes muy baratos de bayeta.
En vez de zapatos de charol
que hoy en día usáis a diario
llevaban hasta el día del Señor,
¡albarcas!, que duraban años y años.
En vez de darse polvos y pinturas
que a cualquier marido dan disgusto
se daban con aceite y aguas puras
y lucían sus caras que eran un gusto.
Por eso las abuelas se casaban,
eran muy trabajadoras y bonitas
y con solo en el vestir no gastaban
ni una parte que vosotras, ¡farolitas!
Hoy creéis que no vais a hallar novio
si no vais más bonitas que fulana,
¡con el lujo vais a hallar buen matrimonio!,
lo que es a presumidas nadie os gana.
¡Pidamos, hijos míos, con fervor
a nuestro querido patrono san Ponciano
para que mire a este pueblo con amor
haciendo que no sea profano!
Y para implorar mejor sus gracias
y la fiesta salga rebosante de alegría,
hijos míos, vosotros a sus plantas,
y vosotras a hacer buena comida.
En el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, amén.
(1) Se trata de los gastos habituales de un pueblo en fiestas de finales de siglo XIX. El ayuntamiento de Pradejón contrató para el día 19 de noviembre de 1885, San Ponciano, “la gaita dulzainera, iluminaria y media docena de cohetes». José María Solano Antoñanzas, El Valle del Cidacos (Cuenca del Ebro), edición del autor, Calahorra, 1997, página 324.
(2) Puede considerarse a San Ponciano como santo protector de las cosechas ya que se celebra el 19 de noviembre, época en la que ya se han recogido todos los frutos del campo.
(3) El nombre de Chulo se le daba a un animado baile enfrentado de parejas levantando los pies. Es lo que hoy conocemos como Agudo, prácticamente desaparecido de la tradición riojana. Persiste el chulo en algunas danzas de palos y también como tonada característica de baile en las fiestas de Viguera.
(4) Es a finales del siglo XIX cuando empiezan a ponerse de moda los bailes agarrados, lo que fue considerado por los sectores conservadores como algo inmoral. No era raro ver en los bailes a los sacerdotes separando a las parejas con una vara y señalando la distancia que debía mediar entre el cuerpo del chico y de la chica.