Título: El Conde Niño VI |
Marcelino madrugaba la mañana de San Juan
a dar agua a su caballo a las orillas del mar.
–Mira, hija, qué bien canta la serenita del mar.
–No es la serenita, madre, que no la sabe cantar
que es el conde Marcelino que a por mis amores va.
–Si eso lo supiera, hija, lo mandaría matar.
–Si lo manda matar, madre, me mande a mí confesar–.
La reina, como era tan mala, lo ha mandadito matar
Laureana al balcón se asoma se ha echadito a llorar.
–¡Adiós, amante del alma, luego te iré a buscar!–.
El primer día Laureana, Laureana muy mala está
el segundo día Laureana ya la mandan confesar
el tercer día Laureana ya la llevan a enterrar
Laureana como hija (d)el rey la tierran en pie de altar
y él, como hijo de conde, dos pasitos más atrás.
De ella salió una paloma de él un rico palomar
la reina, que lo ha sabido, los ha mandado matar.
De ella salió una naranja de él un rico naranjal
la reina, que lo ha sabido, los ha mandado cortar.
De ella salió una ermita de él un rico pie de altar
que cojos, ciegos y mancos allá se iban a curar.
Un día, por su desgracia, la reina empezó a ciegar.
–Ermita, si me curares, te mandaría adorar
ermita, si no me curas te mandaré derribar.
–Si vienes tuerta de un ojo de los dos vas a quedar
los dos amantes del alma no los has dejao casar–.
Publicado en el libro de Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2008.