Título: Jesucristo y el incrédulo |
Jesucristo salió de casa de casa como solía
con un rosario en la mano rezando el avemaría
ya se encontró un caballero rico de mala enconía
le dijo si había Dios le dijo que Dios no había.
–Mira, hombre, lo que dices que hay Dios y Santa María
que te puede dar la muerte como te ha dado la vida.
–No tengo miedo a la muerte ni tampoco a quien la envía–.
Domingo por la mañana la muerte a su casa iba.
–Detente, muerte alevosa, detente siquiera un día
para confesar mis pecados y salvar esta alma mía.
–No me puedo detener que el rey del cielo me envía–.
Ya lo cogen entre cuatro y lo suben cuesta arriba
de los gritos que iba dando las piedras se estremecían
las puertas del cielo cierran y las del infierno se abrían.
El que esta oración rezase todos los viernes del año
sacará una alma de pena y la suya del pecado.
Bibliografía:
- Javier Asensio García, Romancero general de La Rioja, Piedra de Rayo, Logroño, 2009.